martes, 23 de enero de 2018
sábado, 20 de enero de 2018
"LOS ARCHIVOS DEL PENTAGONO": EXCELENTE PELICULA POLITICA DE SPIELBERG
Con toda razón, Steven
Spielberg esta considerado como uno de los grandes directores de la historia
del cine, aunque como otros genios también haya realizado alguna película olvidable.
Con “The Post”, traducida en España como “Los archivos del Pentágono”, en mi opinión
ha alcanzado otra de sus cimas creativas.
Por desgracia cada día
es menos frecuente encontrar películas políticas de calidad. Esta es quizás la
mejor película política de los últimos años. Con un añadido, es una obra de
profundo contenido ideológico, intensa, y a la vez muy dinámica y entretenida. Consigue
hacer pensar y disfrutar. Claro que para ello cuenta con una actriz fuera de
serie como es Meryl Streep, con una interpretación llena de matices que
engancha desde el primer momento. Como también resultan excelentes Tom Hanks,
superando su acartonamiento interpretativo de sus ultimas películas, y el resto
de los protagonistas.
La película es una
profunda defensa de la libertad de prensa frente a la manipulación de gobiernos
con actitudes autoritarias; una denuncia absoluta de la intervención norteamericana
en Indochina desde principios de la década de 1950 hasta principios de la década
de los 70 y una critica a las manipulaciones de presidentes republicanos como Eisenhower
y Nixon y demócratas como Truman, Kennedy y Johnson.
Spielberg no revela
nada que no supiéramos en sus aspectos generales, pero desarrolla a la perfección
los entresijos del funcionamiento de los grandes medios de comunicación y su relación
con los gobiernos y con el telón de fondo de la financiación de los mismos.
El magnifico guion pone
de relieve la complejidad de las actitudes personales y corporativas de periódicos
de las características del Washington Post o del New York Times; la dificultad
de tomas de decisiones en temas de enorme trascendencia y repercusión. Spielberg
y sus actores, huyendo de planteamientos simplistas o maniqueos, desmenuza de
manera soberbia las dudas, las presiones, las esperanzas, los miedos, la valentía,
de todo un gran periódico, desde la propiedad hasta los trabajadores de las
rotativas, así como las amenazas y represalias políticas, judiciales y económicas
desde el poder.
Es pura historia de la
lucha por la democracia, con hechos y personajes reales, que sucedieron hace
mas de 40 años, pero cuya vigencia es absoluta en nuestros días, como muy bien
ha quedado de manifiesto en los enfrentamientos entre Donald Trump y la prensa demócrata
norteamericana. Como también es de enorme actualidad e interés el papel que los
jueces pueden y deben desarrollar en la interpretación de los principios
constitucionales, con rigor e independencia política.
Habrá quien considere que
aquellos años dorados de la gran prensa liberal norteamericana han quedado atrás,
arrastrados en buena medida por los cambios en la propiedad familiar de los periódicos
y sobre todo por los cambios tecnológicos y el predominio de las redes de
internet y las nuevas formas de comunicación, mucho mas expuestos a la manipulación
y al simplismo de los mensajes, frente al rigor y la profesionalidad de un
periodismo solvente.
Spielberg es implacable
con el presidente Nixon, en tantos aspectos parecido a Trump, y las últimas imágenes
de la película enlazan con el siguiente escandalo protagonizado por aquel
presidente, el Watergate, que a la postre provocó su dimisión.
En todo caso salí del
cine pensando que ojalá nosotros en España hubiéramos tenido y tuviéramos ahora
unos medios de comunicación como el Washington Post y el New York Times. Realidades
como la corrupción hubieran sido denunciadas mucho antes y con mayor contundencia,
por no hablar de otros abusos de los diversos gobiernos, grandes empresarios e
instituciones de nuestro país.
En definitiva, una gran película, que
recomiendo absolutamente, de algo menos de dos horas en las que ni en un minuto
decae el interés y la atención y que debería ser proyectada y comentada en los
colegios y universidades.
jueves, 18 de enero de 2018
¿Y SI GANARA CIUDADANOS AL PP?
Tuve ocasión de escuchar
a Albert Rivera hace varios años, cuando aún su actividad política se limitaba
a Cataluña. Resultaba interesante su forma ágil de comunicación y su discurso
mezcla de socialdemocracia light y liberalismo moderado. Tiempo después escuché
a Inés Arrimadas, como joven promesa de Ciutadans y la impresión fue todavía de
mayor sorpresa.
Cuando su proyección se
fue ampliando por el conjunto de España, hubo muchas voces en la izquierda que
les calificaron como la marca blanca del PP y como la alternativa de las clases
dominantes al previsible desgaste de Rajoy y su gobierno. Incluso hay quienes
hoy dicen que Ciudadanos son más peligrosos que la derecha tradicional
encarnada por el PP, ya que mostraban una imagen amable y renovada, que podía generar
más simpatías en el electorado y ponerlo más difícil a la izquierda.
Nunca he compartida esa
visión de la política de que mas vale enfrentarse a una derecha reaccionaria y
corrupta que a un centro derecha modernizado, que en el fondo enlaza con la idea
de “cuanto peor, mejor”.
Es cierto que Ciudadanos
se ha ido desmarcando de su inicial propósito de ocupar el espacio de centro-centro,
lindando con el PSOE y disputando a los socialistas sus votantes más moderados.
De hecho, en su último Congreso se despojaron de la referencia socialdemócrata,
para situarse de manera mucho mas contundente en el centro derecha, fijando su
prioridad en atraer al votante moderado de la derecha, harto de la corrupción y
de la parálisis gubernamental del PP.
En todo caso Ciudadanos
ha sabido jugar con inteligencia su papel de partido bisagra. Apoyando al PSOE en
Andalucía o al PP en Madrid y Murcia. Pactando un Acuerdo con el PSOE, que en
mi opinión era moderadamente positivo, para la investidura de Pedro Sánchez
(que como todos recordamos fracaso por el voto en contra decidido por Pablo
Iglesias) y más tarde un Acuerdo con el PP para la elección de Rajoy. Es muy
legitimo que muchos consideren este juego a dos bandas como puro oportunismo,
pero es muy típico de los partidos centristas en todos los parlamentos democráticos.
Esa actitud flexible en
las alianzas, el no estar implicados en ningún caso de corrupción al no haber
tenido todavía oportunidad de gobernar, y la posición tajante en el conflicto
independentista de Cataluña, les has sido muy rentables en los últimos meses,
tanto en las elecciones como en las encuestas.
Pero ese crecimiento de
Ciudadanos, en mi modesta opinión, no va a suponer a corto plazo el
desmoronamiento del PP y su sustitución política por el Partido de Rivera. A
diferencia de lo que sucedió con la UCD de Adolfo Suarez, el PP es un partido
muy implantado en España, salvo en Cataluña, con amplia estructura organizativa,
con muchos miles de militantes y cargos públicos, con estrechísimas relaciones
con las clases dominantes de nuestro país y hoy por hoy con el firme apoyo de
la mayoría de los medios de comunicación. Y como hemos visto bastante resistente
a los escándalos de corrupción, que la mayoría de su electorado no castiga
mucho.
Sin embargo, Ciudadanos
no tiene esas solidas bases de las que goza el PP. Es un partido de clases
medias, de profesionales, de jóvenes sin mucha carga política o ideológica,
pero sin gran implante en la España profunda, ni en los pensionistas, ni en amplios
sectores de la derecha más tradicional, y además sin ninguna experiencia de
gobierno, que es algo que valora mucho el votante conservador. Es evidente que con el tiempo el partido de
Albert Rivera puede ir superando esas limitaciones y terminar por desbancar al
PP de su posición hegemónica en el voto de la derecha y podría suceder que las
clases dominantes y los medios de comunicación fueran paulatinamente confiando
mas en ellos que en el PP, pero no va a ser cuestión inmediata.
Lo que si resulta
evidente es que Ciudadanos va a ser el partido decisivo para la gobernabilidad
de España, tanto para la continuidad del gobierno del PP, como para una posible
alternativa moderada de centro izquierda liderada por el PSOE.
Así las cosas,
sinceramente yo prefiero sin lugar a dudas que el voto de la derecha moderada y
del centro derecha vaya a Ciudadanos que al PP. Prefiero una derecha
dialogante, moderada, modernizada, que, a un partido reaccionario, inmovilista
y con amplias zonas de corrupción. Con un centro derecha como el que hoy
encarna Ciudadanos, nos será mucho más fácil a la izquierda entendernos para
temas decisivos como la reforma constitucional, la consolidación del estado de
bienestar social, el reimpulso de la Unión Europea o nuevos avances en una sociedad
más laica, que sin mayorías parlamentarias muy cualificadas no podremos lograr.
Si tener un centro
derecha de esas características nos quita algunas banderas a la izquierda y nos
lo pone más difícil para afinar nuestras propuestas y lograr apoyo electoral,
pues tendremos que espabilarnos. Lo que seria un craso error, es que por
nuestra cerrazón echáramos a Ciudadanos de manera definitiva en los brazos del
conservadurismo español.
martes, 9 de enero de 2018
GARANTIZAR EL SISTEMA DE PENSIONES DE FORMA EFICAZ Y ESTABLE
Una propuesta esbozada
por Pedro Sánchez, secretario general del Psoe, sobre la reforma de las
pensiones, ha vuelto a generar una previsible polémica, al hacer referencia a
un nuevo impuesto al sistema bancario para ayudar a la financiación del sistema
público de pensiones.
Algunas observaciones
al respecto. Merece la pena saludar el reiterado interés del PSOE y en especial
de Pedro Sánchez, de abordar cuanto antes un imprescindible proceso de retocar
el modelo de pensiones públicas de nuestro país. Sin embargo, da una cierta
sensación de insuficiente reflexión sobre el alcance de ese posible nuevo
impuesto (que en todo caso es solo una parte, y no la mas importante, de las
propuestas que vienen haciendo los socialistas al respecto), sobre todo cuando
era previsible el revuelo que se va a montar. Cuando se propone una iniciativa
arriesgada políticamente, y establecer un impuesto a la banca sin duda lo es,
los riesgos políticos deben compensar los resultados esperados. Con una banca
como la que tenemos en España y con unos medios de comunicación
mayoritariamente de derechas, hacer esa propuesta para conseguir 800 o 1000
millones de euros, menos del 1% del gasto en pensiones, es realmente poco adecuado.
No es que el sistema financiero no debiera contribuir al bienestar social, más aún
tras las ayudas públicas nacionales e internacionales que ha recibido, es que,
si abres ese melón, al menos que merezca la pena. Y en mi opinión, tal y como
parece estar diseñado, lo merece muy poco.
Para empezar a abordar
el tema, hay que repetir una vez más, que la estabilidad financiera de la Seguridad
Social no es tarea fácil ni económica ni políticamente. La mayoría de las
reformas, o mejor sería decir “contrarreformas” del sistema de pensiones de los
últimos diez años, se ha centrado sobre todo en un recorte del crecimiento del
gasto presente y futuro. Es evidente que sería irresponsable no analizar la
evolución del gasto y afrontar cómo es posible su contención en términos
razonables, sin generar un recorte generalizado presente o futuro: la necesidad
de abordar un mejor tratamiento de pensiones como las de viudedad, creadas en
una época socioeconómica muy diferente a la actual; o la ubicación más adecuada
de prestaciones que tienen mucho más que ver con políticas de apoyo a las
familias o a la natalidad, que con el sistema de pensiones y que por lo tanto
requerirían una financiación diferente a las cotizaciones, situándola
estrictamente vía impuestos.
Pero más allá de
reajustes de cierta importancia en la racionalización del gasto, insisto
siempre sin recortar derechos legítimamente adquiridos tras largos años de cotización,
el centro de atención debería ser la obtención de ingresos.
El crecimiento del
empleo, la mejora de los salarios, y en primer lugar del salario mínimo, y la
lucha contra la económica sumergida y la defraudación en las cotizaciones, son
elementos decisivos para incrementar los ingresos de la Seguridad Social. Sin
embargo, tanto el incremento del empleo como la mejora de los salarios, no se
puede garantizar legalmente de forma eficaz, salvo en lo que se refiere al aumento
del Salario Mínimo, que sí está en manos del gobierno y recientemente se ha
firmado un acuerdo positivo, aunque modesto, al respecto.
En cambio, en lo que se refiere a la persecución de las
diversas formas de fraude en las cotizaciones, la propia Administración de la Seguridad
Social tiene sobrada experiencia, si hay voluntad política en sus máximos
responsables para mejorar su persecución, como se demostró hace 30 años con la
creación e impulso de las Unidades de Recaudación Ejecutiva y otras medidas de
reforzamiento normativo y de medios personales y materiales de la Tesorería de
la Seguridad Social. Seguramente un buen funcionamiento de la represión del
fraude daría a medio plazo muchos mejores resultados que el nuevo impuesto a la
banca anunciado por Pedro Sánchez.
Pero además de esas
actuaciones, hay que afrontar otras vías de incremento de los ingresos.
En mi modesta opinión,
habría que descartar la financiación parcial del sistema de pensiones a través
de aportaciones sistemáticas y estables de los Presupuestos Generales del
Estado. La función redistributiva que tienen los PGE está fuertemente escorada
hacia el apoyo a un segmento de la población, las personas mayores de 65 años,
sobre todo en el ámbito de la sanidad, servicios sociales y dependencia. Dado
el punto de partida de los años 70 y 80, en que ser viejo era sinónimo de
desamparo y pobreza, era imprescindible tal prioridad presupuestaria.
Afortunadamente hoy las personas mayores de nuestro país son las que
globalmente mas han mejorado sus condiciones de vida y han reducido en mucha
mayor medida las situaciones de riesgo de pobreza. Es, por tanto, el momento de
sin perder esos avances, fijar como prioridad la situación de las y los jóvenes.
La adecuada formación educativa y profesional, el acceso a la vivienda, el
apoyo a la inserción laboral, la ayuda a la natalidad y al cuidado de los hijos…deben
ser objetivos fundamentales de las políticas sociales. En definitiva, no se deberían
retraer nuevos recursos de los PGE para sostener el sistema de pensiones.
Hay que afrontar que el
actual modelo de cotización responde a unos criterios ya desfasados, tanto en
lo que se refiere a las cotizaciones empresariales como las de los trabajadores
por cuenta ajena, funcionarios y autónomos. El modelo de cotización debe superar
los criterios tan rígidos y uniformes que les caracterizan y amoldarse a la
enorme diversidad del mercado de trabajo, público, privado y autónomo. A título
de ejemplo, no tiene ya ninguna lógica que proporcionalmente coticen con el mismo
parámetro empresas intensivas en mano de obra y empresas de reducida plantilla y
alta productividad; pequeños talleres o comercios y empresas multinacionales como
Zara, Movistar o el Banco Santander; pequeños autónomos y prestigiosos
profesionales liberales de elevados ingresos…y un amplio etc.
En lo que se refiere a
las cotizaciones de los trabajadores, hay que abordar el peliagudo tema del
incremento selectivo de los tipos de cotización. Más importante que el destope
de las cotizaciones, que hay seguir manteniendo paulatinamente, hay que incrementar
el tipo de cotización a partir de determinado nivel salarial, que bien podría fijarse
desde los 1000 euros mensuales, elevando algunas décimas el tipo, incremento
que iría aumentando progresivamente en la medida que fueran mayores los
ingresos. Incremento del tipo de cotización que podría entrar en vigor de forma
paulatina y que al final podría establecer el tipo máximo de cotización para
los salarios más altos al menos en el 6%; y en función de sus resultados se debería
reevaluar periódicamente.
Es evidente que es una
medida que no caerá bien a todo el mundo, por lo que los sindicatos de clase deberían
implicarse a fondo en su explicación y defensa, bajo la idea de que es mejor
garantizar el futuro de las pensiones con una mayor contribución, redistributiva
y solidaria, durante la vida laboral y evitar los riesgos de recorte futuro.
Estoy convencido de que la mayoría de la gente compartiría este tipo de reforma,
para garantizar el futuro de unas pensiones dignas.
Es evidente que la diversificación
en las cotizaciones hace más compleja la gestión de la Tesorería General de la
Seguridad Social y de los instrumentos de control del mercado de trabajo. Igualmente
es muy posible que un sector empresarial, en connivencia con sus trabajadores
mejor retribuidos, busquen fórmulas para ocultar o camuflar una parte de los
ingresos reales. Sabemos que las Administraciones Públicas por costumbre son
reacias a la diversidad en la gestión y prefieren la homogeneidad, pero con los
enormes avances tecnológicas e informáticos actuales, gestionar bien la
diversidad es posible.
En definitiva, reformar
el sistema de cotización es una vía, solidaria, redistributiva y eficaz, (desde
luego no exclusiva) para incrementar los ingresos del sistema de pensiones. Eso
sí, hay que tener la firmeza y coherencia política y sindical para asumir este
tipo de propuestas, que en todo caso exigirían una ejecución escalonada en el tiempo,
pero que sin duda en lo inmediato levantarían críticas e incomprensión desde ámbitos
oportunistas, demagógicos o simplemente desinformados.
miércoles, 3 de enero de 2018
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