lunes, 30 de octubre de 2017

URGENCIA DE LOS PRESUPUESTOS PARA MEJORAR LA COHESION SOCIAL Y TERRITORIAL


Un estado de la magnitud y complejidad como el nuestro y en un tiempo en que los cambios se producen a gran velocidad, la vida económica y social no puede permanecer paralizada meses y meses, confiando en que factores externos (el comercio mundial, el Banco Central Europeo, la moderación de los precios energéticos o el turismo) nos resuelvan los problemas, consoliden el crecimiento económico y el saneamiento de nuestra economía.

Llevamos prácticamente dos años sin gobierno efectivo, sin intervención de los poderes públicos, sin políticas activas. Mariano Rajoy y su gobierno se dan por satisfechos con la publicación periódica del descenso del paro, del crecimiento del PIB o el control de la inflación. Escudándose en la crisis de Cataluña han retrasado la primera de las obligaciones de un gobierno, como es la elaboración de los presupuestos anuales. Llevamos 2 años con irregularidades en la tramitación presupuestaria y el año 2018 también se va a producir un retraso en la puesta en ejecución de los presupuestos, con lo cual habrá menos gasto publico efectivo. Esta barbaridad se justifica en que en el contexto político actual el PP no tendría los votos suficientes para la aprobación de los presupuestos, ya que presumiblemente el PNV no los apoyaría, dada la tensa relación existente hoy con ellos por la actuación del gobierno en Cataluña.

Mientras tanto seguimos con graves problemas de riesgo de pobreza y exclusión social, no se tramita la Iniciativa Legislativa Popular presentada CCOO y UGT para regular una prestación mínima garantizada y apoyada por la mayoría de los grupos parlamentarios; siguen sin reponerse los daños ocasionados por los  recortes en el sistema sanitario, educativo y de protección al desempleo; importantes proyectos de inversiones en infraestructuras básicas están paralizados o ralentizados; la atención a la dependencia esta asfixiada; la inversión en I+D+I sigue bajo mínimos; la reforma fiscal, que debería sustentar una ampliación y mejora del gasto público, duerme olvidada; y por supuesto ni se plantea abrir la negociación de la reforma de la financiación de las Comunidades Autónomas y de las Corporaciones Locales….

Una de las consecuencias más evidentes de esta parálisis publica, es que esta recuperación económica, además de acentuar la desigualdad social, esta fomentado implícitamente, que se esté volviendo a reproducir el viejo modelo económico de crecimiento que se vino abajo en la crisis del 2008. Seguimos apoyándonos de manera preferente en el turismo internacional, en la demanda interna en productos relacionados con el consumo efímero y muy en especial la hostelería y en el rebrote de la construcción y especulación inmobiliaria.

La parálisis publica resulta aún más inaceptable si tenemos en cuenta que los presupuestos y todo lo que ello conlleva debería ser un factor esencial para la reconstrucción de la confianza en Cataluña y también para evitar tensiones, ahora solapadas, en el País Vasco, así como el renacer del malestar en otras Comunidades Autónomas. Es decir, unos presupuestos del Estado que tuvieran como objetivo la recuperación de la cohesión social, serian un instrumento para ir saliendo del gravísimo trauma que ha supuesto la crisis política y social en Cataluña y sus repercusiones en el resto de España.  

No podemos olvidar que la mayoría de las Comunidades Autónomas, por no decir todas, no van a presentar y aprobar sus presupuestos hasta conocer los presupuestos del Estado, por lo que la parálisis de la actividad pública puede ser general en los próximos meses.

Los nuevos presupuestos deben afrontar la inversión pública en infraestructuras del transporte ferroviario que llevan renqueando años y años sin recibir el impulso necesario: el corredor del Mediterráneo, la conexión con el País Vasco, Asturias, Extremadura, Galicia o la mejora de las redes de cercanías en las grandes capitales; inversiones que garantizarían una mayor cohesión territorial, un estímulo para la actividad económica, para el comercio nacional e internacional, para el turismo externo e interno y generarían numeroso empleo, sin alimentar la burbuja inmobiliaria, contribuyendo, además, a reducir los niveles de contaminación.

En los ámbitos de la Sanidad y Educación, además de mejorar la dotación de los equipamientos existentes, hay que garantizar la incorporación rápida y en buenas condiciones de los miles de nuevos profesionales que saldrán de las importantes ofertas de empleo público pactadas con CCOO y UGT, así como consolidar las decenas de miles de empleos precarios, que hoy son una vergüenza de las administraciones sanitarias y educativas.

La aprobación de una prestación estatal, gestionada por las Comunidades Autónomas, de renta mínima de inserción, es una evidente prioridad, ante una situación en la que los niveles de pobreza y exclusión social, especialmente en las familias monoparentales de mujeres con hijos a cargo, no se reducen en absoluto a pesar de la recuperación económica.

El sistema de atención a la dependencia, frustrado desde su inicio por la coincidencia temporal con la crisis, requiere una nueva fórmula de financiación estatal, que garantice la prioridad de los servicios profesionales y de calidad, y la universalidad efectiva de la prestación, acabando con las larguísimas listas de espera. Dicho sea de paso, esa ampliación de la financiación no tendría por qué ser elevada, se situaría en torno a los 3.000 millones de euros/año y generaría numerosos puestos de trabajo y liberaría a muchísimas mujeres cuidadoras  

Para avanzar, aunque sea moderadamente, en un nuevo modelo productivo competitivo, sostenible, generador de empleo de calidad, la inversión pública en I+D+I, tiene que tener una dimensión mucho mayor y más eficaz. De lo contrario la globalización consolidara a España como un país de servicios ligados al turismo y poco más.

Si estas deberían ser las prioridades del nuevo presupuesto, hay que resaltar que estamos hablando de un crecimiento del gasto público moderado, entre el 2% y el 3% del PIB, o sea alrededor de 25.000 millones de euros para el año 2018. Cuantía que requeriría lógicamente ajustes en la actual política fiscal y que yo no quiero despreciar, porque no es calderilla, pero que sus efectos económicos, sociales y políticos serian indudables.

Estoy seguro que mucha gente en Cataluña que se ha sentido humillada o ignorada, justa o injustamente, por el gobierno de España, podría notar de manera inmediata que aspectos esenciales de su vida cotidiana empezaban a mejorar, sin necesidad de seguir en el espejismo independentista. Una razón más para presentar y aprobar urgentemente los presupuestos del año 2018.



sábado, 21 de octubre de 2017

¿HAN PENSADO A DONDE NOS LLEVAN RAJOY Y PUIGDEMONT?


Dos prestigiosos historiadores, Tony Judt y Josep Fontana, de características e ideología distintas, en sus libros de referencia, “Postguerra” y “Por el bien del Imperio”, al analizar algunos de los grandes errores estratégicos de las grandes potencias y de sus máximos dirigentes desde 1945 hasta nuestros días, coinciden en señalar que estos se debieron en buena medida en la falta de estudio y conocimiento de las consecuencias posteriores. En otras palabras, la improvisación, que se transforma en grave irresponsabilidad. A Fontana y Judt no les cabía en la cabeza que, con la cantidad de asesores, gabinetes de estudios, estrategas, analistas, etc. de que disponen habitualmente los grandes líderes políticos, sean incapaces de tomar en consideración los escenarios previsibles ante la adopción de medidas de gran importancia.

Estas reflexiones parecen plenamente aplicables a las conductas de los presidentes Rajoy y Puigdemont. Están llevando a España y a Cataluña a un callejón sin salida, a una tensión sin precedentes, poniendo en riesgo lo logrado en la etapa más larga y fructífera de democracia de la atormentada y dramática historia de nuestro país.

Uno conduce a la sociedad catalana hacia un escenario imposible, ilusorio, construido con los cuentos chinos que han venido contando a sus crecientes seguidores, creyéndose, o al menos eso aparentan, el oasis en el que iban a vivir una vez lograda la independencia. No han valorado con un mínimo rigor cuales iban a ser las reacciones del gran empresariado ni de los aliados del estado español en la Unión Europea. Se han creído que estábamos en el siglo XIX. Han alimentado espejismos y ahora tienen muy difícil retroceso. Puigdemont solo puede o seguir en la huida hacia adelante, hacia el martirio político, o marcharse a su casa entre la confusión o incluso el oprobio de los suyos. Ya no le queda Plan B.

Rajoy está jugando con demasiados fuegos. Quiere contentar a la parte de sus bases más centralistas y derechistas; quiere comerle espacio a Ciudadanos y quiere achicharrar a un PSOE que estaba en trance de recuperación. Es posible, aunque no seguro, ya veremos cómo acaba todo, que en este irresponsable órdago el presidente del Gobierno de España logre hacer olvidar al electorado las facturas de la corrupción y lograr una mayoría absoluta o casi, consolidando los gobiernos de la derecha en nuestro país por una larga temporada. Pero las enormes heridas que se están profundizando en la sociedad catalana no se cerraran en muchos años.

Aún no sabemos cuál será el siguiente paso en el abismo. ¿Van a detener al gobierno catalán, si no obedece las ordenes de la aplicación del artículo 155? ¿Han pensado en ese más que posible escenario? ¿Han pensado en la previsible respuesta social en las calles de Cataluña en los próximos días? ¿Están valorando las consecuencias de la implicación del Rey para el futuro de la monarquía? ¿Han tenido en cuenta el disparadero al que conducen a la izquierda catalana, PSC y En Común, que se están quedando sin margen de maniobra para tender puentes en una sociedad cada vez más polarizada?

Y lo peor de todo, ¿y si de las futuras elecciones en Cataluña el independentismo cobra aún más fuerza, lo que no es nada descartable? ¿Vuelta a empezar el camino de los despropósitos?

¿Pero es que nadie piensa en estas cosas en La Moncloa y en Ferraz?

Y hay otra pregunta que cabe hacerse. ¿Si hoy gobernara Pedro Sánchez con el apoyo de Podemos, hubiera seguido el mismo camino que Rajoy? Quiero creer que en absoluto, de ahí la irresponsabilidad histórica de Pablo Iglesias y su equipo al negarle su respaldo en la primavera del 2016.

El PSOE puede ser devorado irremediablemente en esta vorágine, en este giro a la derecha que se está imprimiendo al conjunto de la sociedad española. Es verdad que Pedro Sánchez no lo tiene nada fácil, entre las presiones de los medios de comunicación, de los barones y dirigentes históricos y del propio gobierno. Pero a la hora de la verdad no ha sido capaz de mantener un espacio diferenciado, como parecía haber dado a entender con su propuesta de Comisión parlamentaria para la reforma constitucional o incluso cuando defendía poner límites a la aplicación del artículo 155, limites que Rajoy no ha admitido, a pesar de que con un cinismo digno de mejor causa diga que el autogobierno de Cataluña no se ha suspendido.  

No sé qué pensara Iceta, el político más sensato de la izquierda catalana en esta terrible dinámica, pero no creo que se encuentre muy a gusto con esta destitución forzada del gobierno catalán y sus consecuencias. Y algo parecido se puede decir de Joan Coscubiela.

Y en cuanto a PODEMOS ni esta ni se le espera. No hemos sido capaces, mas allá de tres o cuatro ideas genéricas, de elaborar, difundir y defender propuestas concretas para la reforma constitucional del modelo de estado.

Sí, estamos gobernados por unos irresponsables y aún no sabemos dónde terminara todo esto, ni tampoco lo saben ellos. Ni siquiera es probable que ya quepa la posibilidad de una negociación, que no podría ser con los dos actuales presidentes. El oscuro escenario al que vamos es a una derechización del país, que seguramente la izquierda fragmentada y desubicada no va a ser capaz de impedir.




lunes, 9 de octubre de 2017

EL CHE EN NUESTRAS VIDAS


Nadie nos lo creímos. Ni siquiera cuando los medios de comunicación empezaron a mostrar la terrible foto. Pensábamos que todo era un montaje de la CIA y de los militares bolivianos. Hasta que Fidel Castro no lo reconoció públicamente, mantuvimos la esperanza. “El” no podía morir y menos derrotado en esas condiciones.

Si ya todos éramos antiyankees, aquello fue la gota que derramó el vaso.

Fui a una reunión a la cervecería “El Laurel de Baco”, que aún se mantenía en la Plaza de la Moncloa. Estábamos unos diez o doce de todos los cursos de la Facultad de Derecho. Nos había convocado Yuyo Mazarrasa, (que por cierto tenía un parecido asombroso con el Che) y Fernández de Castro, en representación de los Comités Anti imperialistas. Nos explicaron que la respuesta tenía que ser rápida, masiva y contundente. Se iba a convocar una gran Asamblea en la Facultad de Filosofía y después iríamos caminando hasta Princesa, o hasta donde pudiéramos.

Llenamos de carteles nuestra Facultad convocando el acto. Filosofía estaba a rebosar. Los jeeps de la policía se encontraban estacionados en la rotonda del Paraninfo. El curso académico acababa de empezar y aunque se preveía movido, aun no se habían realizado convocatorias importantes.

Ya no recuerdo quienes hablaron en la Asamblea, aunque supongo que fueron los lideres universitarios del FLP, del PCE, de la FUDE y de los ácratas, porque todos se habían sumado.

Fuimos saliendo al prado que separaba Derecho y Filosofía. Hasta el momento la policía seguía en su sitio. Yuyo Mazarrasa y algunos más sacaron una gran bandera norteamericana y empezaron a quemarla entre los gritos y aplausos de los centenares de estudiantes que estábamos alrededor. Cuando ya casi no quedaban restos de bandera aparecieron los jeeps, bajándose los policías a toda carrera hacia la concentración. Empezaron las carreras y a llover piedras. Durante un buen rato seguimos así, incluso por detrás de Derecho y en la bajada a Económicas. Poco a poco la policía controló la situación, con más efectivos incluyendo caballos y el helicóptero. Nos fuimos dispersando, pero sabíamos muy bien a donde teníamos que ir: a hacer saltos y cortar el tráfico en la calle Princesa y alrededores.

Y allí que nos fuimos, como otras muchas veces, para desesperación de mi madre, que desde la ventana del comedor y el balcón veía las carreras, oía el helicóptero, las sirenas de la policía y los gritos de los estudiantes. Ella siempre temiendo que a su hijo le pasara algo, aunque su hijo siempre le contestaba que él no sabía nada, que había estado en clase y luego tomando una caña en “El quinto toro” o en “Zulia”, hasta que un día le vio correr gritando justo por toda la calle Gaztambide.

El Che, que ya estaba en nuestras vidas, ocupó el lugar de honor. Mas allá de Lenin, Trotsky, Rosa Luxemburgo o el otro gran mártir revolucionario reciente, Patricio Lumumba. Todos teníamos el poster en la habitación, al primero que se lo vi fue a mi primo José María Maravall, cuando vivía en el segundo piso de mi casa. El Che estaba presente en todos los actos antifranquistas que hicimos desde entonces. Era el modelo a seguir, por todos, incluidos la gente del PCE a la que considerábamos revisionistas.

Conocíamos con detalle su biografía política; la editorial mexicana “Era” (fundada por exiliados españoles) sacó un enorme libro con sus escritos y discursos, que compré en “Cultart”, nuestra librería preferida y que aun conservo. Todavía eran los tiempos en los que la Revolución Cubana no ofrecía el menor género de dudas para los jóvenes españoles antifranquistas. El aplastamiento del gobierno de la Unidad Popular y el asesinato de Salvador Allende, como reacción volvió a revitalizar la figura y las posiciones de El Che.

Cuando años después empezaron a abrirse las primeras grietas en nuestra visión de la revolución cubana, le achacamos los errores a Fidel y de nuevo El Che encarnó la pureza revolucionaria y liberadora frente a la burocratización impuesta por los soviéticos. Incluso descubrimos las diferencias políticas entre ellos, que al parecer habían influido en la decisión de El Che de salir de Cuba, primero a África Central y después a la Cordillera Andina.

Cuando visité Cuba hace más de 15 años, quedé abrumado por la omnipresencia de El Che, quizás como una forma también de decir “El Che construyó y avaló esto”. No me entusiasmo lo que vi.

En cualquier caso, la vida y muerte de El Che, mas allá de sus aciertos y errores, es uno de los hitos del siglo XX y su influencia en millones de hombres y mujeres que querían cambiar el mundo fue indudable. Y para los jóvenes antifranquistas de mi generación, El Che fue un gran estímulo para luchar por la libertad y el socialismo. Conservamos en mi casa su cuadro, aunque ya no está colgado sino guardado en un armario.

  


miércoles, 4 de octubre de 2017

FELIPE VI SE HA EQUIVOCADO GRAVEMENTE


Siempre he tenido respeto y simpatía por la persona de Felipe VI, tanto en su papel institucional como Príncipe de Asturias como en el corto periodo que lleva desempeñando la Jefatura del Estado.

Por ello, ya veo que ingenuamente, esperaba que en algún momento asumiera un papel mediador en el gravísimo conflicto de Cataluña. No ha sido así.

La intervención del Rey posiblemente haya sido exigida o al menos fuertemente presionada por el gobierno del PP. Es una intervención menos arisca formalmente que las de Rajoy y sus ministros, pero políticamente alineada con el gobierno. Fue, por tanto, un discurso de parte, no del conjunto de las fuerzas políticas y sociales de nuestro país. Nunca el Rey, ni tampoco su padre el anterior monarca, se habían alineado de manera tan ostentosa con la política del gobierno de turno.

No hubo ni un solo llamamiento al dialogo, tan solo vagas alusiones a la esperanza, más dirigidas a los catalanes no independentistas que al resto de los catalanes.

Cuando terminó su breve intervención, lo primero que pensé fue que Rajoy estaba preparando la aplicación del artículo 155 de la Constitución, suspendiendo total o parcialmente la autonomía de Cataluña.

Seguramente Felipe VI habrá ganado simpatías entre algunos sectores no independentistas de Cataluña y desde luego entre muchos centralistas de la España profunda. Pero a la vez, y es políticamente un desastre para el futuro, se ha alejado de amplios sectores moderados, progresistas, de la sociedad española y no digamos de Cataluña. Después del discurso del Rey, a la gente de izquierdas, que, siendo republicanos, no hacíamos de ello una causa fundamental para la democracia española, nos va a ser aún más difícil defender la continuidad de la monarquía.

No sé quién le ha escrito el discurso al Rey. Si los asesores de la Moncloa o los del Palacio de la Zarzuela. Pero quien lo haya hecho ha realizado un flaco servicio a la institución y ha añadido aún más leña al fuego de la crisis de Cataluña.

Si muy preocupante es el discurso del Rey, no lo son menos las imágenes que hemos visto en los medios de comunicación de los enfrentamientos y hostigamiento entre fuerzas de la policía y guardia civil y jóvenes radicales catalanes o, aunque sea una cuestión secundaria, los insultos a Gerard Pique en los entrenamientos de la selección de futbol. Nuestro país tiene una historia terrible, no hace tantos años, como para permitirse caminar al borde del abismo.

La irresponsabilidad del gobierno del PP desenterrando sentimientos ultras, agazapados, pero no desaparecidos y la irresponsabilidad del Govern lanzando a los jóvenes a la calle en una movilización insurreccional, puede tener consecuencias insospechadas. Incluso, de rebote, puede impulsar una involución en la pacificación del País Vasco.

 La historia nunca se repite y las circunstancias son muy distintas, pero no nos olvidemos de Yugoslavia y como terminaron.

Es este contexto el que tenía que haber tomado en cuenta Felipe VI y haber hecho una intervención para abrir vías de dialogo. Su error mayúsculo ya veremos qué consecuencias tiene, pero desde luego no serán positivas ni para él ni para España ni para Cataluña.



domingo, 1 de octubre de 2017

TRAS EL DESASTRE DEL 1-O, RECONSTRUIR PUENTES


Si con dos palabras quisiera resumir lo que he sentido ante los hechos ocurridos en Cataluña y en el conjunto de España en los últimos días y el 1 de octubre sobre todo, estas serían “vergüenza” y “miedo”.

Las batallas siempre dejan un paisaje desolador y por mucho que unos u otros se empeñen, nunca hay vencedores y vencidos. En este caso tampoco. Hemos perdido todos y muy en especial las clases trabajadoras de España y Cataluña, las fuerzas progresistas de España y Cataluña.

La derecha española y la derecha nacionalista catalana no es que hayan ganado, pero esperan sacar importantes beneficios electorales para mantenerse en el gobierno largo tiempo y es posible que lo consigan.

Cuando estos días escuchaba las entrevistas a jóvenes independentistas catalanes, todos decían lo mismo: “la futura republica catalana, despojada del peso muerto de la derecha española, será por fin un estado progresista, social, profundamente democrático, solidario y sin corrupción”. Estas opiniones son sin duda un triunfo de la manipulación de la derecha nacionalista, que ha conseguido convencer a importantes sectores de la población que la Cataluña independiente será como Suecia o Canadá. Terrible será su despertar cuando descubran que seguirá mandando en Cataluña una derecha neoliberal y corrupta e incapaz de lograr la convivencia y cohesión social.

Y si vergüenza y miedo me daba oír a los independentistas catalanes, no menor era mi vergüenza y miedo al contemplar al renacido nacionalismo ultra español. Los discursos del gobierno, las despedidas a las fuerzas de orden público camino de Cataluña, los llamamientos a colgar la bandera constitucional, metiéndonos otra vez en una guerra de banderas, los artículos y editoriales de los medios de comunicación aparentemente más moderados…Todos echando leña al fuego. Y el colofón las cargas de las fuerzas de orden público contra la gente, que, como muchos han dicho, han sido más eficaces en crear nuevos independentistas que las arengas del Govern.

En este desastre hay una culpabilidad evidente de la derecha, pero no todos son igual de responsables. Y el que la derecha nacionalista se haya saltado la legalidad constitucional y su propia legalidad autonómica sin el menor recato y hayan hecho un referéndum, que si no hubiera sido dramático por la intervención de la policía, hubiera parecido propio de una película de los Hermanos Marx, no puede hacernos olvidar, que casi todo empezó por un PP en la oposición al gobierno de Rodríguez Zapatero, montando un peligroso movimiento anti catalanista y presentando un recurso de inconstitucionalidad frente al Estatut. Sin ese recurso y la nefasta sentencia del Constitucional, el independentismo en Cataluña seguiría estando por debajo del 20%.

Y ya en el gobierno, el PP y Rajoy han estado 5 años con una suicida pasividad ante lo que la mayoría de la ciudadanía estaba comprobando, el auge del independentismo y de su audacia y claro al final, incapaces de hacer política, han dejado el papelón de combatir el referéndum a jueces, fiscales, policía y guardia civil.

Pero me temo que la factura mayor va a pagarla la izquierda. La izquierda o hemos estado silenciosos, o ambiguos, o dando tumbos o haciendo demagogia.

El PSOE no ha sido capaz de diseñar una estrategia propia, capaz de aunar el respeto a la legalidad constitucional y la denuncia del gobierno de Puigdemont, sin dar un cheque en blanco a Rajoy. Han aparecido demasiado arrastras del gobierno del PP. Han tenido miedo de perder votos en la España profunda y a la rebelión de los barones socialistas más intolerantes. Quizás esperaban que en esta pelea el que se iba a quemar era Rajoy y que era conveniente ponerse de perfil. De hecho, Pedro Sánchez ha estado desaparecido, hasta la noche del domingo, con una intervención por cierto impecable y que comparto en lo esencial.

PODEMOS ha entendido que era la oportunidad de desmarcarse otra vez del PSOE y aparecer como la auténtica y más radical oposición a Rajoy. Se les ha ido la mano y han vuelto al discurso tremendista de Vista Alegre II, cada vez con menos matices en relación al independentismo. Ya veremos el coste electoral de esa nueva radicalización, en la que ha incurrido sorprendentemente el propio Iñigo Errejón. Los Comunes y Ada Colau han ido de la ceca a la meca para no ser devorados políticamente por los independentistas, de lo que corren serios riesgos.

El único que ha mantenido gran coherencia ha sido el lendakari vasco, demostrando una vez más que Urkullu es un dirigente político de gran altura.

Y ahora hay que intentar la reconstrucción.

Reconstrucción de puentes entre las clases trabajadoras de España y de Cataluña, responsabilidad esencial de CCOO y UGT (que dicho sea de paso tampoco están exentas de responsabilidad en el crecimiento del independentismo en la clase obrera catalana); reconstrucción de puentes entre la izquierda española y la catalana; reconstrucción de puentes entre instituciones sociales, cívicas, culturales, ONGS, incluso deportivas.

Reconstrucción de puentes entre el empresariado español y catalán; reconstrucción de puentes entre las Universidades y ámbitos científicos y educativos de España y Cataluña; reconstrucción de puentes entre los defensores del estado de bienestar social opuestos al neoliberalismo en España y Cataluña; e incluso reconstrucción de puentes entre las fuerzas de orden público de ámbito estatal y autonómico.

Y quizás lo más urgente, reconstrucción de puentes entre la izquierda y los sectores más centristas y sensatos del PP y Ciudadanos e incluso de la antigua Convergencia y Unió, con el imprescindible apoyo del PNV, para poder abrir un proceso de reforma constitucional que tenga viabilidad.  

No va a ser tarea fácil ni rápida. Pero no hay que perder ni un día en diseñar propuestas concretas, ofrecer cauces. Quienes queremos reconstruir la convivencia y cohesión social de Cataluña en España, tenemos que ser conscientes que la ola independentista seguirá impávida su camino e incluso puede apretar el acelerador con la proclamación de la república, con falsas promesas de reconocimiento internacional como Puigdemont ha soñado esta noche en su discurso institucional.

Esto no ha hecho más que empezar, pero no es inevitable, si somos capaces de abrir rápidamente una vía de dialogo, negociación y propuestas realistas.