sábado, 9 de septiembre de 2017

CATALUÑA, ¿A DONDE LLEVA LA NEGATIVA A DIALOGAR?


En el profundo conflicto político que se está desarrollando en Cataluña, es evidente que los independentistas han traspasado todas las barreras de la racionalidad y legalidad democrática. Y es comprensible la batería de medidas legales que ha puesto en marcha el gobierno de España, para intentar impedir el referéndum. Como también parece lógica la posición de los principales partidos de ámbito estatal. El problema es que llegan muy tarde y tras una miopía política importante.

Desde que el Tribunal Constitucional, en un alarde de ceguera e irresponsabilidad, declaró inconstitucionales algunos de los artículos claves del Estatut, impugnados, no lo olvidemos, por el PP, eran previsibles los hechos que después se han ido sucediendo, que para simplificar se ha denominado “el proces”.

¿Que hicieron en esos largos años los gobiernos, primero del PSOE y después del PP? NADA. Entre otras cosas porque se creían que el sentimiento nacionalista era minoritario y que las cosas terminarían por quedar en agua de borrajas. Hubo quien dijo que “el soufflé independentista terminaría por desinflarse”. Ni siquiera las cada vez más multitudinarias manifestaciones con motivo de la Diada, les hicieron recapacitar.

El gobierno del PP desde diciembre del 2011 no ha tenido ni un solo gesto de negociación política, aferrado a declaraciones genéricas sobre la unidad de España. No vieron cómo su cerrazón política estaba incluso aniquilando a los sectores moderados del nacionalismo, cómo se estaba produciendo una gravísima crisis en el seno del Partido de los Socialistas Catalanes, indispensable para reconducir la situación, cómo los sindicatos de clase en Cataluña no se sumaban a esa actitud de no dialogo o como la gente federalista de Catalunya Si que es pot, (como el diputado Joan Coscubiela, no en balde antiguo dirigente del PSUC y de las Comisiones Obreras de Cataluña) se quedaba sola en el alambre.

Confundieron negociar con ceder a las pretensiones nacionalistas, no contestaron a las primeras propuestas del gobierno de la Generalitat, no se molestaron en estar presentes en Cataluña para abrir un debate sereno sobre el encaje de Cataluña en España, hicieron oídos sordos a las razonables advertencias del Lendakari Urkullu, montaron burdas operaciones para desprestigiar a políticos nacionalistas, creyeron que con explotar en los medios de comunicación los vergonzosos escándalos de corrupción de CIU y de Jordi Pujol, el nacionalismo quedaría inhabilitado para seguir protagonizando el proces, han amenazado con retirada de fondos públicos...

Negociar no es ceder, negociar es utilizar la política y no a los jueces o la policía para resolver problemas muy complejos. No ha habido el menor intento de profundizar en la posibilidad de una nueva reinterpretación de la Constitución de 1978 en clave federal. El PSOE, inmerso en su crisis de identidad no ha sido capaz de concretar su propuesta de Estado Federal contenida en la Declaración de Granada, no se ha preocupado por abrir una negociación paralela con los nacionalistas y ha tardado 5 años en promover una Comisión parlamentaria para estudiar ese rediseño de España. Peor aún, las fuerzas que no comparten el independentismo han sido incapaces en 6 años de promover y articular una movilización social, amplia, diversa y plural, moderada y dialogante, en los pueblos y ciudades de Cataluña, dejando abandonada a la numerosa ciudadanía no independentista.

No comparto en absoluto ni los objetivos ni las practicas del nacionalismo catalán, creo que a quien más daño está haciendo es a la izquierda, a los trabajadores y clases populares, al sindicalismo, ya que en medio de la más feroz crisis económica ha situado en el centro de atención pública la cuestión de la independencia catalana, relegando al fondo del armario los graves problemas de las políticas neoliberales y del crecimiento de la desigualdad, empezando por la propia Cataluña. El nacionalismo es letal para las ideas y objetivos del progreso social y la solidaridad.

Pero dicho esto no podemos cerrar los ojos a la realidad de que en torno a la mitad de la ciudadanía les vota y tres cuartas partes quieren celebrar un referéndum. Podemos caer en el espejismo de que sus partidarios lo son en base a mentiras, a engaños, a demagogia, a populismos…Vale, todo lo que queramos, pero el voto de un independentista tiene el mismo valor que el de un autonomista o federalista (y viceversa, claro).

En julio escribí un post de mis impresiones de un viaje por Girona y Lleida y la abrumadora presencia del independentismo en la vida urbana. Supongo que los servicios de información del Gobierno de Rajoy habrán ido dejando constancia del crecimiento abrumador de la marea independentista, y lo habrán constatado los Delegados y Subdelegados del Gobierno, a poco que hayan salido a la calle caminando e incluso en su coche oficial.

No sé cómo terminará el desafío del 1 de octubre. Si en el último momento el gobierno de Puigdemont optara por la sensatez o si seguirán embarcados en la obstinación. Ni tampoco podemos saber hoy hasta donde va a llegar la actitud del PP, alentado por tantos analistas irresponsables que solo saben echar más leña al fuego. En definitiva, no sabemos si se hará y cómo se hará.   

 No soy optimista, menos aun cuando unos y otros están argumentando que estamos ante un golpe de estado. Pero pase lo que pase, el 2 de octubre seguirá habiendo en torno a 2 millones de catalanes que se identifican con la independencia y más de 3 millones que en cualquier caso defienden su derecho a decidir. Y alguna propuesta habrá que hacerles.



lunes, 4 de septiembre de 2017

MONTSERRAT AVILES: SIEMPRE DEFENDIENDO A LOS TRABAJADORES


Conocí a Montserrat Avilés en 1972, junto con su marido Albert Fina. Albert murió en 1997 y Montserrat el pasado día 30 de agosto. Fueron dos formidables referencias para la clase obrera y la izquierda catalana y de toda España.

Sería pretencioso por mi parte hacer una semblanza de Montserrat, una mujer que asumió el compromiso político con la izquierda en 1960 integrándose en el Frente de Liberación Popular, más tarde en el PSUC y hasta el año 2013, con 77 años, mantuvo activo su despacho laboralista.

La primera vez que oí hablar de Montserrat y Albert fue a Manuela Carmena, que había estado unos meses trabajando en su despacho. Manuela los admiraba en el plano personal, profesional y político.

Cuando en el año 1972 se pusieron en marcha los despachos laboralistas de Españoleto 13 y Atocha 49, nos pareció conveniente ir a Barcelona a conocer la experiencia y el funcionamiento del despacho de Montserrat y Albert.

Los compañeros decidieron que fuéramos Manuela y yo. Lo hicimos en avión, la primera vez que viajaba así. Nadie se puede imaginar el miedo que pasé en un viaje de una hora, que según Manuela fue tranquilo.

La visita al despacho fue muy impactante. Ellos estaban a finales del siglo XX y nosotros todavía en el XIX. Todo perfectamente ordenado, archivado, mecanizado (aunque aún no había ordenadores), con un funcionamiento muy estructurado desde que entraba un asunto hasta que se terminaba, con un seguimiento detallado de todas las gestiones, de manera que cualquier abogado pudiera tratar el expediente en cualquier momento. No hacía más que tomar notas de todo lo que estaba viendo y lo que ellos me iban explicando.

Después de la exhaustiva visita fuimos a cenar, junto con la encantadora y dulce Ascensión Solé, que también trabajaba con ellos. Mas tarde quedamos en un café de las Ramblas a tomar unas copas con Luis Salvadores, Leopoldo Spuny y Solé Barbera, casi nada: los mejores abogados antifranquistas de Cataluña.

Esa noche nos deparó dos sorpresas. La cantidad de gente que saludaba con afecto a Montserrat y a Alberto por la calle, reflejando su gran popularidad. La otra fue la manera de hablar en el café, con absoluta tranquilidad y normalidad. Hablábamos en voz normal del PCE, del PSUC, de CCOO, de la lucha de la oposición antifranquista. Aquello parecía territorio liberado de la dictadura y eso que Luis Salvadores tenía un vozarrón imponente y gesticulaba muchísimo. Estuvimos hasta que cerraron y luego paseando y hablando en grupo Ramblas arriba y Ramblas abajo.

Montserrat y Albert nos habían dicho que nos quedáramos a dormir en su casa y allí que llegamos a altas horas de la noche, machacados pero felices. Al día siguiente nos levantaron bien pronto y nos invitaron a desayunar en un café al lado de su casa. Después los acompañamos a la Magistratura y allí vino la tercera y la cuarta sorpresa. Según íbamos entrando la inmensa mayoría de los trabajadores que estaban esperando les saludaban con ese cariño y cercanía que da el saber “que son de los nuestros y trabajan para nosotros”. Y la cuarta sorpresa fue el trato que les dispensaban el personal funcionario de las Magistraturas y los propios Magistrados, respeto, atención, absoluta educación, poco que ver con lo que en aquellos momentos teníamos en Madrid, salvo honrosas excepciones. Se lo habían ganado a pulso con su ingente trabajo.

Volví varias veces a encontrarme con Montserrat y Albert en Barcelona, con motivo de reuniones y actividades del Colegio de Abogados y de los Abogados Jóvenes y convocatorias de abogados laboralistas de toda España. Siempre me invitaron a dormir en su casa y a comer y cenar con ellos y a pasear por la noche. Hablamos muchísimo. Era una delicia escucharlos. Aunque eran bien distintos, los dos eran afables, profundamente respetuosos en la discusión, irónicos, vitalistas, cultos, cariñosos. Personas como ellos merecían haber tenido mucho mayor reconocimiento en el seno de la izquierda y no digamos por el nuevo sistema democrático.

Cuando la legalización tomamos caminos políticos y sindicales diferentes. Ellos apostaron siempre por la plena unidad sindical y no por la conversión de CCOO en un sindicato y por tanto no asumieron que se considerara el suyo un despacho de CCOO, siempre habían sido muy cuidadosos en defender su independencia profesional, aunque todo el mundo sabía que eran abogados de CCOO.

Un día Luis Salvadores me llamó y me dijo que me iba a dar un fuerte disgusto. Albert y Montserrat habían dejado el PSUC, en desacuerdo con algunos aspectos de su política. Me quedé congelado, como poco después me volvería a pasar cuando Manuela me dijo personalmente que dejaba el PCE. ¡Que poco bien lo hicimos para perder por el camino luchadores como ellos¡

Dejaron la militancia orgánica, pero mantuvieron siempre su doble compromiso con la izquierda transformadora y con los derechos de la clase obrera.

Nunca más les volví a ver, aunque seguí al tanto de su vida y trabajo. Cuando murió Albert sentí una gran pena y pensé muchísimo en Montserrat.

Montserrat y Albert fueron dos personas estupendas y dos luchadores por los derechos de los trabajadores como pocos ha habido en nuestro país. Fueron un ejemplo para muchos y en concreto para los abogados laboralistas de CCOO de Madrid que tanto aprendimos de ellos. Nunca les vamos a olvidar