martes, 26 de diciembre de 2017
domingo, 24 de diciembre de 2017
YA ES NAVIDAD, ADIOS PROCES, 155, TRUMP.....
Por hoy se acabó el proces, el 155, Trump, y todo lo que nos ha estado amargando la vida en este año 2017. Llegan las Navidades. Estos son dias para escuchar musica. En esta ocasión con Elvis Presley del que este año se han cumplido 40 años de su muerte. Los vídeos no son una maravilla precisamente, algunos son bastante cursis, pero lo que importa es la voz de Elvis.
Aprovecho para felicitar las Navidades a las y los 5000 seguidores de mi pagina de facebook, agradeciendo su amistad y paciencia y sus comentarios y saludos, que son un gran estimulo para seguir publicando.
sábado, 23 de diciembre de 2017
CATALUÑA PARTIDA POR LA MITAD Y LA IRRESPONSABILIDAD DE LAS ELITES GOBERNANTES
Por mucho que se
empeñen Puigdemont y Rajoy, Cataluña es lo que es: una sociedad partida en dos
mitades, hoy por hoy férreamente cristalizadas.
A pesar del muy elevado
nivel de participación, de la suma de errores e incumplimientos de los
dirigentes independentistas, de las consecuencias económicas y sociales que
esta produciendo el “proces”, el espejismo de los políticos de la derecha
española, secundados por numerosos medios de comunicación, de que se iba a dar
un vuelco a la situación, se ha demostrado que tan solo era una ilusión
producto del desconocimiento de la realidad de Cataluña.
A pesar de las groseras
manipulaciones sobre la democracia española, de la utilización victimista de lo
que han llamado presos políticos o gobierno en el exilio, de un penoso balance
de desgobierno en la anterior legislatura, todo ello ayudado por actitudes
provocativas del gobierno del PP y por inoportunas actuaciones de la
administración de justicia y encima un arcaico y discriminatorio sistema
electoral, lo cierto es que los independentistas siguen sin tener la mayoría en
Cataluña, más distantes del 50% que en las anteriores elecciones.
Puigdemont hizo un
discurso en la noche electoral de tintes fascistas, inaceptable en una Europa
democrática, arrogándose un mandato mayoritario de la ciudadanía catalana que
no tiene. Desgraciadamente a las mismas horas en que se estaba votando, la
judicatura echaba mas leña al fuego con imputaciones a políticos
independentistas, en un terrible juego de retroalimentación del sectarismo y de
la ceguera política.
Arrimadas, la
indiscutible ganadora de las elecciones, tuvo una intervención medida, mucho
mas moderada que el propio Rivera. Por el contrario, García Albiol hizo una
valoración reincidiendo en todos los tópicos agresivos de su campaña, que
afortunadamente contrasta con el tono mucho mas sosegado del propio Rajoy, sin
duda más consciente del varapalo recibido y el difícil bloqueo en que está
inmersa la política catalana.
La cara de Iceta lo
decía todo, aunque intentaba buscar algunos elementos positivos, era evidente
que su opción no frentista y dialogante sigue sin tener espacio hoy por hoy.
Xavier Doménech dio la talla de político serio, en el marco del desastre de su partido,
al que no es ajeno la marginación de Iniciativa per Catalunya, empezando por
Joan Coscubiela su dirigente más valorado, que ya veremos qué consecuencias
tiene para Podemos en el conjunto de España.
Y así están las cosas y
previsiblemente irán a peor, si hay nuevas detenciones, si se mantiene en
prisión incondicional a los hoy encarcelados, si la judicatura se empeña en dar
un escarmiento, como todo hace pensar y si la elite independentista sigue
empeñada en llevar a sus seguidores a un callejón sin salida arengándoles con
falsas promesas.
La fractura de la sociedad catalana tiene
difícil solución a corto plazo mientras los dirigentes independentistas y la
derecha estatal sigan sin revisar a fondo su estrategia. Y puede llegar a
enquistarse años y años en una escalada de despropósitos. Pero también es
posible un cambio de rumbo. En el País Vasco, aunque con características muy
diferentes, la dinámica de bloques esta en trance de ir superándose poco a poco
y eso que había muchos muertos por medio; claro que el PNV tuvo que echar a
Ibarreche y promocionar a Urkullu.
Abrir un clima de
dialogo, de distensión, quizás no sea posible mientras sigan al frente de los
dos gobiernos unos políticos irresponsables cuya actuación ha sido un fracaso
sin paliativos. Estoy convencido de que, si Pedro Sánchez y el PSOE estuviera
hoy gobernando nuestro país, con el apoyo más o menos estable de Podemos y
Ciudadanos, no habríamos llegado a esta situación ni mucho menos. Y lo mismo
digo en el bloque nacionalista, si los moderados de CIU no hubieran sido
defenestrados con el consentimiento de Artur Mas.
Pero tenemos lo que
tenemos y con esos mimbres hay que trabajar.
El gobierno tiene que promover
unas propuestas razonables que contribuyan a desgajar el sector nacionalista
moderado del enloquecimiento de Puigdemont. La Comisión del Congreso de los
diputados tiene que acelerar sus trabajos y presentar unas conclusiones de
reforma constitucional. Rajoy tiene que proponer una modificación del sistema
de financiación autonómico más equilibrado; nombrar un Fiscal General del
Estado moderado y con sentido común para ir desactivando y archivando en la
medida de lo posible los actuales procedimientos judiciales contra los
dirigentes independentistas; cambiar cuanto antes al Secretario General del PP
de Cataluña por una persona de perfil moderado y dialogante.
Hay que hacer gestos de
manera urgente. Y los tiene que hacer el gobierno de Rajoy con el estimulo y
apoyo del resto de las fuerzas parlamentarias estatales. Por su parte
Arrimadas, como presumible líder de la oposición, debería contribuir a tender
puentes y a no acentuar aún más las diferencias.
Está claro que ganar
por goleada al independentismo es un objetivo imposible, pero al menos
diseñemos una política que conduzca a su notable reducción en los próximos
años.
Por último, pero no menos importante, la izquierda
de toda España debemos comprender que en estas elecciones la izquierda ha retrocedido
en Cataluña. Aun considerando a ERC de izquierdas (que no es poco) y
considerando a Ciudadanos de derecha (a pesar de que han tenido mucho voto de
clase obrera), la relación derecha e izquierda se sitúa en la actualidad en 74
a 61; algo que debería hacernos pensar y en especial al sindicalismo de clase catalán.
viernes, 15 de diciembre de 2017
LA SOLUCION ES MIQUEL ICETA
Nadie sabemos cual
puede ser el resultado de las elecciones catalanas del próximo 21 de diciembre.
Las encuestas dan una relación muy equilibrada entre lo que se conoce como
bloque constitucionalista y los independentistas, a expensas de los efectos que,
en el reparto de escaños, tenga un sistema electoral, que al igual que en el
resto de España favorece a las provincias de Lleida y Girona, con menos población
que Barcelona y Tarragona.
Aunque en absoluto es indiferente
qué bloque tenga más votos y más escaños, lo que resulta evidente es que ni uno
ni otro podrá decir que “han ganado las elecciones”. Sería un grave error político
de nefastas consecuencias pensar que por lograr 2, 3, 4, 5 puntos mas o 2, 3,
4, 5, escaños mas han ganado las elecciones.
Hoy por hoy es una
preocupante evidencia que la sociedad catalana esta partida por la mitad y ni
siquiera una abrumadora participación va a poder ocultar o camuflar esa
realidad. Quien quiera gobernar con responsabilidad y viabilidad de futuro, debe
partir de ese hecho.
Por ello en mi opinión la
presidencia de la Generalitat debe ser asumida por una persona con voluntad
transversal, no frentista, dialogante, constructiva, respetuosa de la legalidad
constitucional, con experiencia política, con capacidad de interlocución con el
conjunto de las fuerzas parlamentarias, sindicales, patronales y sociales de
Cataluña y también del conjunto de España.
Sinceramente ese perfil
solo lo tiene Miquel Iceta.
Muy posiblemente en el
llamado bloque constitucionalista Inés Arrimadas obtenga resultados mejores que
Iceta. Es una brillante y valerosa dirigente política, que ha procurado limar
las aristas de otros dirigentes de “Ciudadanos”, incluido el propio Albert Rivera,
cada día más escorado hacia un neocentralismo. Pero Inés Arrimadas no tiene ese
perfil necesario para recomponer a medio y largo plazo la convivencia ciudadana
en Cataluña. Porque su programa, diga lo que diga, no es un programa
socialmente progresista y porque su partido provoca fuertes rechazos en buena parte
de la sociedad catalana. No es una solución pacificadora, sino de volver a un
escenario de confrontación, aunque por supuesto con características muy
diferentes a las de los independentistas.
Y si Arrimadas no puede
jugar ese papel, ¿qué podemos decir del PP que se ha buscado un líder en
Cataluña tosco, derechista, sin carisma alguno, con actitudes a menudo
provocadoras?
El objetivo de los
constitucionalistas debería ser recuperar en los próximos años a ese 25%-30% de
la población catalana, que hace diez años no era independentista y que los
errores, las torpezas, la inacción y la judicialización, primero del gobierno
de Zapatero y sobre todo después los gobiernos del PP, han lanzado en los
brazos de un tradicionalmente minoritario sector independentista.
En el lado
independentista tampoco hay quien pueda desempeñar una función de mediación política
y social. Una vez barridos los representantes de la burguesía tradicional
catalana de los puestos de dirección de Junts per Catalunya, como podrían haber
sido el exconseller Santi Vila o incluso el diputado estatal Carles Campuzano y
una vez destrozada políticamente por la CUP y corroída por la corrupción, la
vieja CIU ha quedado en manos de demagogos, insolventes, populistas,
mentirosos, que ni siquiera saben gobernar una sociedad moderna y compleja como
Cataluña. (La irresponsabilidad y ceguera de la media y alta burguesía catalana
es digna de ser estudiada y analizada con rigor).
Lamentablemente Xavier Doménech
y “Catalunya en Comu”, han quedado arrinconados en medio de la vorágine de
bloques. Las grandes expectativas que en un primer momento tuvo esa nueva
fuerza política, se han desplomado, victimas también de sus vaivenes a menudo
no comprendidos por buena parte de su potencial electorado y cuyo último episodio
fue la inexplicable ruptura del pacto con el PSC en el ayuntamiento de
Barcelona. En todo caso la templanza, la experiencia y la sensatez de Doménech,
podría jugar un papel positivo en la conformación de una alternativa de
gobierno no independentista en Cataluña, si logran convencerse él y los suyos
que Iceta es una buena alternativa, aunque vaya en coalición con Arrimadas. La abstención
de Catalunya en Comu sería de un gran valor y contribuiría a ir superando las
rupturas sociales.
En definitiva lo
miremos como lo miremos, la única oportunidad de superar el bucle del proces y
evitar unas nuevas elecciones es que Iceta encabezara un gobierno de coalición;
con un programa socialmente progresista (que buena falta le hace a las clases
trabajadoras de Cataluña), con voluntad y capacidad de dialogo con la derecha
gobernante en España, con voluntad y capacidad de dialogo con los gobiernos autonómicos
(que van a vivir con evidente suspicacia el inevitable proceso de reforma
constitucional) y por supuesto, con voluntad y capacidad de pacto político y social
con los sectores mas moderados del independentismo. En definitiva, un programa
de progreso, cohesión y modernización de Cataluña, retomando el camino que se
detuvo bruscamente con la sentencia del Tribunal Constitucional contra el Estatut
de Cataluña, que degeneró en la deriva independentista de los últimos años.
Además de todo lo
dicho, Iceta es un político de sólida formación socialdemócrata, afable, algo de
los que no estamos sobrados y un político de orientación gay y ya va siendo
hora de que la población LGTBI de nuestro país tenga una merecida oportunidad de
demostrar al resto de la población su indudable capacidad de respeto y convivencia.
En definitiva, yo que no
soy socialista, si viviera en Cataluña, mi voto sería para Iceta.
jueves, 7 de diciembre de 2017
LA CONSTITUCION Y SU CUMPLIMIENTO POR LOS GOBIERNOS
El aniversario de la aprobación
de nuestra Constitución ha dado lugar, una vez más, a comentarios y propuestas variopintas
y que en ocasiones reflejan o que no se han leído la Constitución española o
que no saben muy bien qué es y para qué sirve esta máxima norma reguladora de
la convivencia democrática.
No me cansare de decir
que la Constitución de 1978 fue un esfuerzo titánico para iniciar la creación de
un nuevo estado democrático, progresista y solidario. Respondió a una correlación
de fuerzas parlamentarias que, si bien numéricamente no era favorable a la
izquierda, en aquellos momentos el pensamiento progresista iba más allá del ámbito
de la izquierda, no solo en las Cortes, también en la sociedad e incluso en los
medios de comunicación. Ello permitió que la UCD aceptara una redacción que en
muchos artículos no encajaba con los principios del centro derecha, no en balde
en la comisión redactora por parte de la UCD estaba Pérez Llorca, antiguo
militante de la izquierda revolucionaria (FLP) y Herrero de Miñón, un
conservador ilustrado y moderado, que ya en los primeros años 70 había tenido
relaciones con dirigentes y militantes comunistas. Por parte del PSOE estaba
Peces Barba, con profunda formación socialdemócrata. Miguel Roca, un
nacionalista moderado, no independentista, representaba a CIU. Sole Tura era el
portavoz del PCE, cuyo prestigio e influencia eran mucho mayores que los
escasos 20 diputados comunistas.
Cuarenta años después hay
quienes achacan a las insuficiencias, limitaciones y desfases de la Constitución
todos o casi todos los males de la vida política, económica y social actual y
exigen un nuevo texto o al menos una reforma en profundidad del mismo.
En mi opinión la raíz de
los problemas de nuestra democracia no hay que buscarlos en la Constitución,
sino en los gobiernos que se han sucedido en España desde 1978 hasta hoy, que
no han querido desarrollar todo su potencial transformador y que no han dotado
de los recursos económicos suficientes y adecuados para la aplicación normativa
de la misma. A pesar de ello, el periodo 1979-1992 conoció una profunda transformación
positiva de nuestro país, primero y brevemente con la UCD y después con las dos
primeras legislaturas socialistas. También contribuyó a ese cambio el contar
con un Tribunal Constitucional de talante mayoritariamente progresista, de gran
valía técnica, que fue impulsando una aplicación avanzada, dando serios palos a
los gobiernos, cuando realizaron interpretaciones regresivas de la Constitución.
Nada que ver con el cada vez más conservador y técnicamente pobretón Tribunal Constitucional
de los últimos 15 años.
Por tanto, podríamos tener
una magnifica Constitución y una adulterada aplicación de la misma, si en
nuestro país seguimos votando gobiernos poco dispuestos a garantizar su interpretación
progresista y encima tenemos un órgano constitucional, derivado de esas
mayorías parlamentarias conservadoras, que bendicen sin muchos reparos lo que proponen
los gobiernos.
Por otra parte en los
tiempos presentes, con una perdida en la sociedad española de la hegemonía ideológica de los valores progresistas,
con un PP cada vez más escorado hacia la derecha, con un partido como Ciudadanos
que se auto considera centrista y que en muchos aspectos lo es, pero también con
fuertes resabios centralistas y neoliberales, con un PSOE en el que la ideología
socialdemócrata ha perdido mucha consistencia, con un nacionalismo catalán echado
al monte, con una izquierda que se mueve entre el radicalismo y el escaso rigor
de sus propuestas, con la inmensa mayoría de los medios de comunicación en posiciones
conservadoras, no sería descartable que una reforma constitucional situara el
nuevo texto legal a la derecha del actual o en el mejor de los casos mucho más
desdibujado.
La izquierda política,
sindical y social, cometeríamos un gravísimo error si abriéramos el melón de una
amplia reforma constitucional, con cartas a los Reyes Magos y sin calibrar bien
la correlación de fuerzas y las posibilidades reales para lograr consensos
positivos.
Por tanto sería bueno
fijar pocos pero decisivos objetivos de reforma y que en mi modesta opinión podrían
ser los siguientes: reforma del Senado, reconocimiento del carácter de nación de
País Vasco y Cataluña en el marco de España, constitucionalización de nuevos
derechos sociales básicos como la atención a la dependencia, renta mínima de inserción
y servicios sociales, el establecimiento de unos nuevos y estables criterios de
financiación de las Administraciones Publicas (incluidas las Corporaciones
Locales) y poco más, salvo la reforma de la reforma del art. 135.
Por supuesto son cuestiones
decisivas y por ello muy complejas, sobre las que no va a ser nada fácil lograr
un consenso mayoritario.
Pero, insisto, de poco servirá
una reforma progresista de la Constitución, si es que se logra, si después no
conseguimos gobiernos progresistas en nuestro país, que tengan voluntad y
pongan medios para su aplicación.
miércoles, 29 de noviembre de 2017
MENOS IMPUESTOS = MENOS PROTECCION SOCIAL, PEORES SERVICIOS PUBLICOS
Nada más aprobarse por
el Congreso de los Diputados el nuevo cupo vasco, el gobierno del País Vasco,
una coalición del PNV con la participación minoritaria del Partido Socialista
de Euzkadi, han anunciado la reducción de impuestos en la Comunidad Autónoma, mas
o menos proporcional al ahorro que va a suponer ese nuevo cupo. Por otra parte,
ha trascendido que las negociaciones entre el PP y Ciudadanos para sacar
adelante los presupuestos del año 2018, incluye una reducción fiscal en torno a
los 2000 millones de euros, que según anuncian se notara en las aportaciones de
las clases trabajadoras y medias.
No voy a hacer la
demagogia que en su día hizo Rodríguez Zapatero de que bajar los impuestos es
una política de izquierdas, ni tampoco la contraria de pensar que la izquierda cuando
gobierna tiene que subir los impuestos por sistema.
La presión fiscal de un
país puede ser socialmente progresiva o regresiva no tanto por el volumen de
los impuestos en relación a la riqueza nacional (PIB), sino por la procedencia porcentual
de esos impuestos (del trabajo, del patrimonio, de las empresas, de los autónomos,
del consumo, ecológicos, etc.) y desde luego por los niveles de lo que se
conoce por gastos fiscales (es decir las diversas modalidades de eximir el pago
de impuestos) y por supuesto por el fraude fiscal, economía sumergida, evasión de
impuestos, etc. Y en segundo lugar esos
ingresos hay que relacionarlos con el tipo de gasto a los que se destinan. En
otras palabras, que haya una elevada presión fiscal, en sí no es un síntoma de justa
redistribución social; depende cómo se recaude y en qué se gaste. Hay países con
elevado gasto social p.e. en sanidad y sin embargo el gasto es bastante ineficiente
y los resultados mediocres.
Pero en todo caso la
experiencia nos demuestra que la presión fiscal y el gasto social son
indicadores que por lo general reflejan en casi todos los países cual es su nivel
redistributivo. Así en Europa los países nórdicos tienen en general elevada presión
fiscal y alto gasto social y los países mediterráneos por lo general tenemos
menor presión fiscal y menor gasto social.
¿Y cómo estamos
nosotros en relación a la media de la Unión Europea? Aproximadamente 6 puntos
menos del PIB en presión fiscal y en torno a 4 puntos menos en gasto en protección
social, lo que se concreta en unos 60000 millones menos de ingresos y unos
40000 millones menos en gasto social.
Es evidente que la equiparación
fiscal no tiene porque ser absoluta ni tampoco puede realizarse de la noche a la
mañana. Y lo mismo sucede en lo que se refiere al gasto social. Pero eso es una
cosa y otra muy diferente que no haya ninguna voluntad política para ir acortando
razonablemente y paulatinamente las diferencias en ambas materias. Las
decisiones del Gobierno Vasco, de moderado centro izquierda, y las del gobierno
del PP y su socio Ciudadanos, van justo en dirección contraria a lo que deberían
ir.
Es cierto que en el País
Vasco, como resultado de la propia presión de los socialistas a lo largo de los
últimos 40 años y de la evidente sensibilidad socialcristiana del PNV, las políticas
sociales están mas desarrolladas que en el resto de España, para lo que han
contado por supuesto con un mayor margen de ingresos por el sistema del
Concierto foral que regula la fiscalidad y gasto público en el País Vasco.
Pero
también es verdad que el País Vasco sigue teniendo agujeros en políticas sociales
como la atención a la dependencia, la universalización de determinadas
prestaciones sanitarias, la cobertura de desempleo a los jóvenes y parados de
larga duración, e incluso en los instrumentos de lucha contra la pobreza y exclusión
social, que aunque estén muy por delante de las restantes Comunidades Autónomas
(con la excepción de Navarra), siguen teniendo un nivel de población en riesgo de pobreza y exclusión
social que debería reducirse considerablemente. Todo ello por no hablar de las
carencias que aun existen en otras materias como Educación, Infraestructuras, inversión
en I+D+I, etc.
En definitiva, aunque
el País Vasco está por lo general mejor que el resto de España, tampoco esta
para echar las campanas al vuelo y a la primera de cambio bajar impuestos, reducción
que además, al parecer, va a dirigirse prioritariamente al impuesto de sociedades,
que es algo mas alto que en el conjunto de España.
En lo que se refiere a
la bajada de impuestos negociada por el PP y Ciudadanos, además de otras más
que a veces anuncia el ministro Montoro en función de los calendarios electorales
y de los intereses partidistas del gobierno, se trata de un cínico ejercicio de
demagogia. Esos 2000 millones que bajarían en los impuestos de las clases
populares, tienen como consecuencia menos gasto en dependencia, servicios sociales,
sanidad, educación, pobreza y exclusión social, etc. Es decir, los trabajadores
tendrán un ligero descuento en el IRPF, pero por el contrario van a tener que seguir
participando en el copago de prestaciones sociales y en aguantar largas listas
de espera en dependencia o sanidad, en actividades educativas extraescolares,
en recargar sobre las abuelas y madres las carencias en educación de 0 a 3 años….etc.
En resumidas cuentas, hoy
menos impuesto se traduce automáticamente en menos protección social y menos y/o
peores servicios públicos.
¿Por cierto, de todo
esto se esta hablando en la campaña electoral de Cataluña?
martes, 21 de noviembre de 2017
BILLY ELLIOT: UN MAGNIFICO MUSICAL PARA TODOS
En el año 2000 una
maravillosa película británica, “Billy Elliot”, nos emocionó a muchísima gente.
Una película de Stephen Daldry que es una apuesta por el respeto a la
diferencia, el derecho de los adolescentes a elegir y seguir su camino y además
un canto a la solidaridad obrera y una abierta denuncia al neoliberalismo. Con
unas interpretaciones magnificas y una música inolvidable, en especial las
versiones de “London Calling” de The Clash y sobre todo “Town called malice” de
The Jam mientras Billy corre y baila por las calles de la ciudad.
Ocho años después se estrenó
en Londres el musical. El guion era de Lee Hall, el mismo guionista de la película,
la dirección teatral del mismo director de la película y la música nada menos
que de Elton John. El éxito fue espectacular y la acogida de la crítica
impresionante, de manera que se llevó en el año 2009 hasta 10 premios “Tony”,
equivalentes a los Oscars en el mundo del teatro.
Ahora llega a Madrid la
versión en español.
Reconozco que no soy
muy entusiasta de las versiones de los grandes éxitos musicales británicos o
norteamericanos, aunque es verdad que sus adaptaciones en España cada vez son
mejores y de mayor calidad.
En este caso el
resultado es magnífico. Los productores han tirado la casa por la ventana. 2
años de preparación, incluyendo importantes obras de adaptación del Teatro Alcalá,
una ingente tarea de casting para seleccionar en especial a los actores niños y
adolescentes y sobre todo a los que van a desempeñar el papel de Billy, preparación
de la coreografía, escenarios, iluminación, música….
El éxito y las buenas críticas
están premiando el esfuerzo. La obra de más de 2 horas y media mantiene en todo
momento el interés, es aplaudida en numerosas ocasiones, impacta con el cambio
y juego de escenarios y entusiasma con la brillante actuación de los intérpretes,
en especial Billy.
La obra está
perfectamente ambientada en la huelga minera de 1984, tiene alto contenido político
y social, abiertamente progresista. Incluye 16 números musicales, que van
combinando estilos y ritmos. Hay un gran despliegue de actores, protagonistas y
bailarines, adultos, niños y adolescentes. Cuenta con nueve músicos en el foso,
que personalmente me parecieron lo más flojo del espectáculo.
El conocido actor
Carlos Hipólito asume el papel de padre y en general lo hace muy bien, salvo
cuando canta. Natalia Millán, guapísima y gran actriz, borda el papel de la
profesora de baile, la Señorita Wilkinson, Noemi Gallego divierte en el papel
de una abuela lenguaraz y políticamente incorrecta y el resto de los actores lo
hacen bien. Mención aparte merecen los niños y adolescentes; no puedo dar
nombres ya que hasta 6 intérpretes se van turnando, pero los que actuaron el día
en que yo fui eran formidables, Billy en primer lugar, pero también el que
representaba a su amigo Michael, con una excelente gama de registros
interpretativos.
El musical no tiene el
final apoteósico de la película, cuando Billy, ya triunfante bailarín,
interpreta el “Lago de los Cisnes”, quizás muy difícil de trasponer a un
musical, pero tiene una salida digna con una escena agridulce de la admisión de
Billy en la Royal Ballet School y a la vez la derrota de los huelguistas
mineros.
El entusiasmo del público,
con una muy notable presencia de niños y adolescentes, entre ellos mi nieta
Violeta y su amigo Fernando y con el teatro abarrotado, fue muy evidente.
Seguramente será un musical que permanecerá mucho tiempo en escena, máxime
teniendo en cuenta que por su complejidad técnica al parecer no se va a
representar en ninguna otra ciudad de nuestro país.
Este musical, para
todas las edades, que recomiendo fervientemente, refleja el nivel de calidad
que al menos en Madrid han alcanzado este tipo de espectáculos.
lunes, 6 de noviembre de 2017
DIEZ DIAS QUE CAMBIARON EL MUNDO
Conmemorar hoy el
centenario de la revolución soviética puede resultar para algunos un ejercicio
de nostalgia, para otros un motivo de satisfacción por lo que pudo ser y no
fue, para muchos un recuerdo casi de la prehistoria, pero también estamos los
que nos sentimos vinculados a ese acontecimiento y a todo lo que supuso en
nuestras vidas y desde luego en el discurrir del siglo XX.
Parafraseando a John
Reed la revolución bolchevique fueron “diez días que cambiaron el mundo”. Las
grandes luchas obreras de países tan diversos como Suecia, Alemania, Austria,
Estados Unidos, Gran Bretaña, Italia o Francia; el Frente Popular en España o
en Francia; la creación y movilización de las Brigadas Internacionales; la
resistencia antifascista en Francia, Italia, Grecia y Yugoeslavia durante la
Segunda Guerra Mundial; las luchas de liberación anticolonialista en China, en
el Sudeste Asiático, en Argelia o en numerosos países africanos y asiáticos; la
revolución castrista o el gobierno de la Unidad Popular chilena; la derrota
nazi en Stalingrado y el avance liberador del ejercito soviético en toda Europa
central que fue decisivo para la victoria de los aliados en la Segunda Guerra Mundial;
e incluso la liberación de la India del dominio británico y un largo etc. no se
pueden entender sin el ejemplo, el estimulo y el apoyo de la revolución
bolchevique.
Una revolución que no
solo conmovio los cimientos de unas sociedades injustas, colonialistas,
explotadoras de las clases trabajadoras y del campesinado, oscurantistas, sino
que sedujo a numerosos artistas de primera línea, en el mundo de la música, el
cine, el teatro, la pintura, la literatura, la arquitectura… y cuyas creaciones
estuvieron fuertemente inspiradas en el impacto e influencia de la caída del zarismo
y la innovación que supuso el surgimiento de la república de los soviets. O la influencia
en los movimientos feministas y de liberación sexual y hasta en el surgimiento
de la Teología de la Liberación o de sectores progresistas de la Iglesia Católica
simpatizantes con el espíritu emancipador de los bolcheviques.
Y lo que es muy
importante, detrás de grandes conquistas en las condiciones de vida y trabajo,
en el bienestar social y en la dignidad de las sociedades más avanzadas del
mundo, está la reacción defensiva de las clases dominantes, que ante el ejemplo
soviético prefirieron pactar esos cambios, antes que perderlo todo.
Es verdad que el ímpetu
transformador duró pocos años, que llegó la burocratización, el estancamiento o
las terribles purgas sangrientas en las luchas por el poder, a lo que no fue
ajeno el cerco político, económico y militar que impusieron las grandes
potencias capitalistas ya desde 1918. Es cierto que Lenin, acuciado por las
difíciles condiciones en las que se movía el incipiente estado soviético, tuvo
que obviar muchas de las más importantes contribuciones de Marx sobre la
evolución del capitalismo y el socialismo, quemando etapas y restringiendo
libertades, como tampoco se puede olvidar el temprano deterioro físico y mental
de Lenin, que dio paso al ascenso de Stalin y la marginación de Trotsky otros
dirigentes bolcheviques.
La revolución se fue
deformando progresivamente en la Unión Soviética, mientras que el movimiento
obrero sufría terribles derrotas en Alemania, en Italia, en Hungría o en
Austria y después en España. Aun y así a lo largo del siglo XX millones de
hombres y mujeres identificados con los principios comunistas lucharon,
sufrieron despidos, penalidades, torturas, cárceles y muchos de ellos la
muerte. Nuestro país fue un buen ejemplo de ello.
Quienes en los años 70 del
siglo pasado nos desmarcamos rotundamente de la realidad y de las prácticas de
los herederos de la revolución bolchevique y nos identificamos como “eurocomunistas”,
en aquel momento, como se suele decir, “nos negamos a tirar a la basura el agua
sucia y el niño”. Y hasta hoy no he encontrado razones de peso para cambiar de
opinión.
Aunque, 100 años
después, la revolución bolchevique no nos sirve como guía para afrontar los
problemas de la sociedad actual, qué duda cabe que nuestro mundo sería mucho
peor y más injusto sin el cambio que supuso en el devenir de la historia.
lunes, 30 de octubre de 2017
URGENCIA DE LOS PRESUPUESTOS PARA MEJORAR LA COHESION SOCIAL Y TERRITORIAL
Un estado de la
magnitud y complejidad como el nuestro y en un tiempo en que los cambios se
producen a gran velocidad, la vida económica y social no puede permanecer
paralizada meses y meses, confiando en que factores externos (el comercio
mundial, el Banco Central Europeo, la moderación de los precios energéticos o
el turismo) nos resuelvan los problemas, consoliden el crecimiento económico y
el saneamiento de nuestra economía.
Llevamos prácticamente dos
años sin gobierno efectivo, sin intervención de los poderes públicos, sin políticas
activas. Mariano Rajoy y su gobierno se dan por satisfechos con la publicación periódica
del descenso del paro, del crecimiento del PIB o el control de la inflación. Escudándose
en la crisis de Cataluña han retrasado la primera de las obligaciones de un
gobierno, como es la elaboración de los presupuestos anuales. Llevamos 2 años
con irregularidades en la tramitación presupuestaria y el año 2018 también se
va a producir un retraso en la puesta en ejecución de los presupuestos, con lo
cual habrá menos gasto publico efectivo. Esta barbaridad se justifica en que en
el contexto político actual el PP no tendría los votos suficientes para la aprobación
de los presupuestos, ya que presumiblemente el PNV no los apoyaría, dada la
tensa relación existente hoy con ellos por la actuación del gobierno en
Cataluña.
Mientras tanto seguimos
con graves problemas de riesgo de pobreza y exclusión social, no se tramita la Iniciativa
Legislativa Popular presentada CCOO y UGT para regular una prestación mínima
garantizada y apoyada por la mayoría de los grupos parlamentarios; siguen sin
reponerse los daños ocasionados por los
recortes en el sistema sanitario, educativo y de protección al
desempleo; importantes proyectos de inversiones en infraestructuras básicas están
paralizados o ralentizados; la atención a la dependencia esta asfixiada; la inversión
en I+D+I sigue bajo mínimos; la reforma fiscal, que debería sustentar una ampliación
y mejora del gasto público, duerme olvidada; y por supuesto ni se plantea abrir
la negociación de la reforma de la financiación de las Comunidades Autónomas y
de las Corporaciones Locales….
Una de las consecuencias
más evidentes de esta parálisis publica, es que esta recuperación económica, además
de acentuar la desigualdad social, esta fomentado implícitamente, que se esté
volviendo a reproducir el viejo modelo económico de crecimiento que se vino
abajo en la crisis del 2008. Seguimos apoyándonos de manera preferente en el
turismo internacional, en la demanda interna en productos relacionados con el
consumo efímero y muy en especial la hostelería y en el rebrote de la construcción
y especulación inmobiliaria.
La parálisis publica
resulta aún más inaceptable si tenemos en cuenta que los presupuestos y todo lo
que ello conlleva debería ser un factor esencial para la reconstrucción de la
confianza en Cataluña y también para evitar tensiones, ahora solapadas, en el País
Vasco, así como el renacer del malestar en otras Comunidades Autónomas. Es decir,
unos presupuestos del Estado que tuvieran como objetivo la recuperación de la cohesión
social, serian un instrumento para ir saliendo del gravísimo trauma que ha
supuesto la crisis política y social en Cataluña y sus repercusiones en el
resto de España.
No podemos olvidar que
la mayoría de las Comunidades Autónomas, por no decir todas, no van a presentar
y aprobar sus presupuestos hasta conocer los presupuestos del Estado, por lo
que la parálisis de la actividad pública puede ser general en los próximos meses.
Los nuevos presupuestos
deben afrontar la inversión pública en infraestructuras del transporte
ferroviario que llevan renqueando años y años sin recibir el impulso necesario:
el corredor del Mediterráneo, la conexión con el País Vasco, Asturias,
Extremadura, Galicia o la mejora de las redes de cercanías en las grandes
capitales; inversiones que garantizarían una mayor cohesión territorial, un estímulo
para la actividad económica, para el comercio nacional e internacional, para el
turismo externo e interno y generarían numeroso empleo, sin alimentar la
burbuja inmobiliaria, contribuyendo, además, a reducir los niveles de contaminación.
En los ámbitos de la
Sanidad y Educación, además de mejorar la dotación de los equipamientos existentes,
hay que garantizar la incorporación rápida y en buenas condiciones de los miles
de nuevos profesionales que saldrán de las importantes ofertas de empleo público
pactadas con CCOO y UGT, así como consolidar las decenas de miles de empleos
precarios, que hoy son una vergüenza de las administraciones sanitarias y
educativas.
La aprobación de una prestación
estatal, gestionada por las Comunidades Autónomas, de renta mínima de inserción,
es una evidente prioridad, ante una situación en la que los niveles de pobreza
y exclusión social, especialmente en las familias monoparentales de mujeres con
hijos a cargo, no se reducen en absoluto a pesar de la recuperación económica.
El sistema de atención a
la dependencia, frustrado desde su inicio por la coincidencia temporal con la
crisis, requiere una nueva fórmula de financiación estatal, que garantice la
prioridad de los servicios profesionales y de calidad, y la universalidad
efectiva de la prestación, acabando con las larguísimas listas de espera. Dicho
sea de paso, esa ampliación de la financiación no tendría por qué ser elevada,
se situaría en torno a los 3.000 millones de euros/año y generaría numerosos
puestos de trabajo y liberaría a muchísimas mujeres cuidadoras
Para avanzar, aunque
sea moderadamente, en un nuevo modelo productivo competitivo, sostenible,
generador de empleo de calidad, la inversión pública en I+D+I, tiene que tener
una dimensión mucho mayor y más eficaz. De lo contrario la globalización consolidara
a España como un país de servicios ligados al turismo y poco más.
Si estas deberían ser
las prioridades del nuevo presupuesto, hay que resaltar que estamos hablando de
un crecimiento del gasto público moderado, entre el 2% y el 3% del PIB, o sea
alrededor de 25.000 millones de euros para el año 2018. Cuantía que requeriría lógicamente
ajustes en la actual política fiscal y que yo no quiero despreciar, porque no
es calderilla, pero que sus efectos económicos, sociales y políticos serian
indudables.
Estoy seguro que mucha
gente en Cataluña que se ha sentido humillada o ignorada, justa o injustamente,
por el gobierno de España, podría notar de manera inmediata que aspectos
esenciales de su vida cotidiana empezaban a mejorar, sin necesidad de seguir en
el espejismo independentista. Una razón más para presentar y aprobar
urgentemente los presupuestos del año 2018.
sábado, 21 de octubre de 2017
¿HAN PENSADO A DONDE NOS LLEVAN RAJOY Y PUIGDEMONT?
Dos prestigiosos historiadores,
Tony Judt y Josep Fontana, de características e ideología distintas, en sus
libros de referencia, “Postguerra” y “Por el bien del Imperio”, al analizar
algunos de los grandes errores estratégicos de las grandes potencias y de sus máximos
dirigentes desde 1945 hasta nuestros días, coinciden en señalar que estos se
debieron en buena medida en la falta de estudio y conocimiento de las
consecuencias posteriores. En otras palabras, la improvisación, que se
transforma en grave irresponsabilidad. A Fontana y Judt no les cabía en la
cabeza que, con la cantidad de asesores, gabinetes de estudios, estrategas,
analistas, etc. de que disponen habitualmente los grandes líderes políticos,
sean incapaces de tomar en consideración los escenarios previsibles ante la adopción
de medidas de gran importancia.
Estas reflexiones
parecen plenamente aplicables a las conductas de los presidentes Rajoy y
Puigdemont. Están llevando a España y a Cataluña a un callejón sin salida, a
una tensión sin precedentes, poniendo en riesgo lo logrado en la etapa más
larga y fructífera de democracia de la atormentada y dramática historia de
nuestro país.
Uno conduce a la
sociedad catalana hacia un escenario imposible, ilusorio, construido con los
cuentos chinos que han venido contando a sus crecientes seguidores, creyéndose,
o al menos eso aparentan, el oasis en el que iban a vivir una vez lograda la
independencia. No han valorado con un mínimo rigor cuales iban a ser las
reacciones del gran empresariado ni de los aliados del estado español en la Unión
Europea. Se han creído que estábamos en el siglo XIX. Han alimentado espejismos
y ahora tienen muy difícil retroceso. Puigdemont solo puede o seguir en la
huida hacia adelante, hacia el martirio político, o marcharse a su casa entre la
confusión o incluso el oprobio de los suyos. Ya no le queda Plan B.
Rajoy está jugando con
demasiados fuegos. Quiere contentar a la parte de sus bases más centralistas y
derechistas; quiere comerle espacio a Ciudadanos y quiere achicharrar a un PSOE
que estaba en trance de recuperación. Es posible, aunque no seguro, ya veremos cómo
acaba todo, que en este irresponsable órdago el presidente del Gobierno de
España logre hacer olvidar al electorado las facturas de la corrupción y lograr
una mayoría absoluta o casi, consolidando los gobiernos de la derecha en
nuestro país por una larga temporada. Pero las enormes heridas que se están profundizando
en la sociedad catalana no se cerraran en muchos años.
Aún no sabemos cuál será
el siguiente paso en el abismo. ¿Van a detener al gobierno catalán, si no
obedece las ordenes de la aplicación del artículo 155? ¿Han pensado en ese más
que posible escenario? ¿Han pensado en la previsible respuesta social en las calles
de Cataluña en los próximos días? ¿Están valorando las consecuencias de la implicación
del Rey para el futuro de la monarquía? ¿Han tenido en cuenta el disparadero al
que conducen a la izquierda catalana, PSC y En Común, que se están quedando sin
margen de maniobra para tender puentes en una sociedad cada vez más polarizada?
Y lo peor de todo, ¿y
si de las futuras elecciones en Cataluña el independentismo cobra aún más
fuerza, lo que no es nada descartable? ¿Vuelta a empezar el camino de los despropósitos?
¿Pero es que nadie
piensa en estas cosas en La Moncloa y en Ferraz?
Y hay otra pregunta que
cabe hacerse. ¿Si hoy gobernara Pedro Sánchez con el apoyo de Podemos, hubiera
seguido el mismo camino que Rajoy? Quiero creer que en absoluto, de ahí la
irresponsabilidad histórica de Pablo Iglesias y su equipo al negarle su
respaldo en la primavera del 2016.
El PSOE puede ser
devorado irremediablemente en esta vorágine, en este giro a la derecha que se está
imprimiendo al conjunto de la sociedad española. Es verdad que Pedro Sánchez no
lo tiene nada fácil, entre las presiones de los medios de comunicación, de los
barones y dirigentes históricos y del propio gobierno. Pero a la hora de la
verdad no ha sido capaz de mantener un espacio diferenciado, como parecía haber
dado a entender con su propuesta de Comisión parlamentaria para la reforma
constitucional o incluso cuando defendía poner límites a la aplicación del artículo
155, limites que Rajoy no ha admitido, a pesar de que con un cinismo digno de
mejor causa diga que el autogobierno de Cataluña no se ha suspendido.
No sé qué pensara
Iceta, el político más sensato de la izquierda catalana en esta terrible dinámica,
pero no creo que se encuentre muy a gusto con esta destitución forzada del
gobierno catalán y sus consecuencias. Y algo parecido se puede decir de Joan
Coscubiela.
Y en cuanto a PODEMOS
ni esta ni se le espera. No hemos sido capaces, mas allá de tres o cuatro ideas
genéricas, de elaborar, difundir y defender propuestas concretas para la
reforma constitucional del modelo de estado.
Sí, estamos gobernados
por unos irresponsables y aún no sabemos dónde terminara todo esto, ni tampoco
lo saben ellos. Ni siquiera es probable que ya quepa la posibilidad de una negociación,
que no podría ser con los dos actuales presidentes. El oscuro escenario al que
vamos es a una derechización del país, que seguramente la izquierda fragmentada
y desubicada no va a ser capaz de impedir.
lunes, 9 de octubre de 2017
EL CHE EN NUESTRAS VIDAS
Nadie nos lo creímos.
Ni siquiera cuando los medios de comunicación empezaron a mostrar la terrible
foto. Pensábamos que todo era un montaje de la CIA y de los militares
bolivianos. Hasta que Fidel Castro no lo reconoció públicamente, mantuvimos la
esperanza. “El” no podía morir y menos derrotado en esas condiciones.
Si ya todos éramos
antiyankees, aquello fue la gota que derramó el vaso.
Fui a una reunión a la cervecería
“El Laurel de Baco”, que aún se mantenía en la Plaza de la Moncloa. Estábamos
unos diez o doce de todos los cursos de la Facultad de Derecho. Nos había convocado
Yuyo Mazarrasa, (que por cierto tenía un parecido asombroso con el Che) y Fernández
de Castro, en representación de los Comités Anti imperialistas. Nos explicaron
que la respuesta tenía que ser rápida, masiva y contundente. Se iba a convocar
una gran Asamblea en la Facultad de Filosofía y después iríamos caminando hasta
Princesa, o hasta donde pudiéramos.
Llenamos de carteles
nuestra Facultad convocando el acto. Filosofía estaba a rebosar. Los jeeps de
la policía se encontraban estacionados en la rotonda del Paraninfo. El curso académico
acababa de empezar y aunque se preveía movido, aun no se habían realizado
convocatorias importantes.
Ya no recuerdo quienes
hablaron en la Asamblea, aunque supongo que fueron los lideres universitarios
del FLP, del PCE, de la FUDE y de los ácratas, porque todos se habían sumado.
Fuimos saliendo al
prado que separaba Derecho y Filosofía. Hasta el momento la policía seguía en
su sitio. Yuyo Mazarrasa y algunos más sacaron una gran bandera norteamericana
y empezaron a quemarla entre los gritos y aplausos de los centenares de
estudiantes que estábamos alrededor. Cuando ya casi no quedaban restos de
bandera aparecieron los jeeps, bajándose los policías a toda carrera hacia la concentración.
Empezaron las carreras y a llover piedras. Durante un buen rato seguimos así,
incluso por detrás de Derecho y en la bajada a Económicas. Poco a poco la policía
controló la situación, con más efectivos incluyendo caballos y el helicóptero.
Nos fuimos dispersando, pero sabíamos muy bien a donde teníamos que ir: a hacer
saltos y cortar el tráfico en la calle Princesa y alrededores.
Y allí que nos fuimos,
como otras muchas veces, para desesperación de mi madre, que desde la ventana
del comedor y el balcón veía las carreras, oía el helicóptero, las sirenas de
la policía y los gritos de los estudiantes. Ella siempre temiendo que a su hijo
le pasara algo, aunque su hijo siempre le contestaba que él no sabía nada, que había
estado en clase y luego tomando una caña en “El quinto toro” o en “Zulia”,
hasta que un día le vio correr gritando justo por toda la calle Gaztambide.
El Che, que ya estaba
en nuestras vidas, ocupó el lugar de honor. Mas allá de Lenin, Trotsky, Rosa
Luxemburgo o el otro gran mártir revolucionario reciente, Patricio Lumumba.
Todos teníamos el poster en la habitación, al primero que se lo vi fue a mi
primo José María Maravall, cuando vivía en el segundo piso de mi casa. El Che
estaba presente en todos los actos antifranquistas que hicimos desde entonces.
Era el modelo a seguir, por todos, incluidos la gente del PCE a la que considerábamos
revisionistas.
Conocíamos con detalle
su biografía política; la editorial mexicana “Era” (fundada por exiliados
españoles) sacó un enorme libro con sus escritos y discursos, que compré en “Cultart”,
nuestra librería preferida y que aun conservo. Todavía eran los tiempos en los
que la Revolución Cubana no ofrecía el menor género de dudas para los jóvenes españoles
antifranquistas. El aplastamiento del gobierno de la Unidad Popular y el
asesinato de Salvador Allende, como reacción volvió a revitalizar la figura y
las posiciones de El Che.
Cuando años después empezaron
a abrirse las primeras grietas en nuestra visión de la revolución cubana, le
achacamos los errores a Fidel y de nuevo El Che encarnó la pureza
revolucionaria y liberadora frente a la burocratización impuesta por los soviéticos.
Incluso descubrimos las diferencias políticas entre ellos, que al parecer habían
influido en la decisión de El Che de salir de Cuba, primero a África Central y después
a la Cordillera Andina.
Cuando visité Cuba hace
más de 15 años, quedé abrumado por la omnipresencia de El Che, quizás como una
forma también de decir “El Che construyó y avaló esto”. No me entusiasmo lo que
vi.
En cualquier caso, la
vida y muerte de El Che, mas allá de sus aciertos y errores, es uno de los
hitos del siglo XX y su influencia en millones de hombres y mujeres que querían
cambiar el mundo fue indudable. Y para los jóvenes antifranquistas de mi generación,
El Che fue un gran estímulo para luchar por la libertad y el socialismo. Conservamos
en mi casa su cuadro, aunque ya no está colgado sino guardado en un armario.
miércoles, 4 de octubre de 2017
FELIPE VI SE HA EQUIVOCADO GRAVEMENTE
Siempre he tenido
respeto y simpatía por la persona de Felipe VI, tanto en su papel institucional
como Príncipe de Asturias como en el corto periodo que lleva desempeñando la Jefatura
del Estado.
Por ello, ya veo que
ingenuamente, esperaba que en algún momento asumiera un papel mediador en el gravísimo
conflicto de Cataluña. No ha sido así.
La intervención del Rey
posiblemente haya sido exigida o al menos fuertemente presionada por el
gobierno del PP. Es una intervención menos arisca formalmente que las de Rajoy
y sus ministros, pero políticamente alineada con el gobierno. Fue, por tanto,
un discurso de parte, no del conjunto de las fuerzas políticas y sociales de
nuestro país. Nunca el Rey, ni tampoco su padre el anterior monarca, se habían
alineado de manera tan ostentosa con la política del gobierno de turno.
No hubo ni un solo
llamamiento al dialogo, tan solo vagas alusiones a la esperanza, más dirigidas
a los catalanes no independentistas que al resto de los catalanes.
Cuando terminó su breve
intervención, lo primero que pensé fue que Rajoy estaba preparando la aplicación
del artículo 155 de la Constitución, suspendiendo total o parcialmente la autonomía
de Cataluña.
Seguramente Felipe VI habrá
ganado simpatías entre algunos sectores no independentistas de Cataluña y desde
luego entre muchos centralistas de la España profunda. Pero a la vez, y es políticamente
un desastre para el futuro, se ha alejado de amplios sectores moderados,
progresistas, de la sociedad española y no digamos de Cataluña. Después del
discurso del Rey, a la gente de izquierdas, que, siendo republicanos, no hacíamos
de ello una causa fundamental para la democracia española, nos va a ser aún más
difícil defender la continuidad de la monarquía.
No sé quién le ha
escrito el discurso al Rey. Si los asesores de la Moncloa o los del Palacio de
la Zarzuela. Pero quien lo haya hecho ha realizado un flaco servicio a la institución
y ha añadido aún más leña al fuego de la crisis de Cataluña.
Si muy preocupante es
el discurso del Rey, no lo son menos las imágenes que hemos visto en los medios
de comunicación de los enfrentamientos y hostigamiento entre fuerzas de la policía
y guardia civil y jóvenes radicales catalanes o, aunque sea una cuestión secundaria,
los insultos a Gerard Pique en los entrenamientos de la selección de futbol.
Nuestro país tiene una historia terrible, no hace tantos años, como para
permitirse caminar al borde del abismo.
La irresponsabilidad
del gobierno del PP desenterrando sentimientos ultras, agazapados, pero no
desaparecidos y la irresponsabilidad del Govern lanzando a los jóvenes a la
calle en una movilización insurreccional, puede tener consecuencias
insospechadas. Incluso, de rebote, puede impulsar una involución en la pacificación
del País Vasco.
La historia nunca se repite y las
circunstancias son muy distintas, pero no nos olvidemos de Yugoslavia y como
terminaron.
Es este contexto el que
tenía que haber tomado en cuenta Felipe VI y haber hecho una intervención para
abrir vías de dialogo. Su error mayúsculo ya veremos qué consecuencias tiene,
pero desde luego no serán positivas ni para él ni para España ni para Cataluña.
domingo, 1 de octubre de 2017
TRAS EL DESASTRE DEL 1-O, RECONSTRUIR PUENTES
Si con dos palabras
quisiera resumir lo que he sentido ante los hechos ocurridos en Cataluña y en
el conjunto de España en los últimos días y el 1 de octubre sobre todo, estas
serían “vergüenza” y “miedo”.
Las batallas siempre
dejan un paisaje desolador y por mucho que unos u otros se empeñen, nunca hay
vencedores y vencidos. En este caso tampoco. Hemos perdido todos y muy en
especial las clases trabajadoras de España y Cataluña, las fuerzas progresistas
de España y Cataluña.
La derecha española y
la derecha nacionalista catalana no es que hayan ganado, pero esperan sacar
importantes beneficios electorales para mantenerse en el gobierno largo tiempo
y es posible que lo consigan.
Cuando estos días escuchaba
las entrevistas a jóvenes independentistas catalanes, todos decían lo mismo: “la
futura republica catalana, despojada del peso muerto de la derecha española, será
por fin un estado progresista, social, profundamente democrático, solidario y
sin corrupción”. Estas opiniones son sin duda un triunfo de la manipulación de
la derecha nacionalista, que ha conseguido convencer a importantes sectores de
la población que la Cataluña independiente será como Suecia o Canadá. Terrible será
su despertar cuando descubran que seguirá mandando en Cataluña una derecha
neoliberal y corrupta e incapaz de lograr la convivencia y cohesión social.
Y si vergüenza y miedo
me daba oír a los independentistas catalanes, no menor era mi vergüenza y miedo
al contemplar al renacido nacionalismo ultra español. Los discursos del
gobierno, las despedidas a las fuerzas de orden público camino de Cataluña, los
llamamientos a colgar la bandera constitucional, metiéndonos otra vez en una
guerra de banderas, los artículos y editoriales de los medios de comunicación aparentemente
más moderados…Todos echando leña al fuego. Y el colofón las cargas de las
fuerzas de orden público contra la gente, que, como muchos han dicho, han sido más
eficaces en crear nuevos independentistas que las arengas del Govern.
En este desastre hay
una culpabilidad evidente de la derecha, pero no todos son igual de
responsables. Y el que la derecha nacionalista se haya saltado la legalidad
constitucional y su propia legalidad autonómica sin el menor recato y hayan
hecho un referéndum, que si no hubiera sido dramático por la intervención de la
policía, hubiera parecido propio de una película de los Hermanos Marx, no puede
hacernos olvidar, que casi todo empezó por un PP en la oposición al gobierno de
Rodríguez Zapatero, montando un peligroso movimiento anti catalanista y
presentando un recurso de inconstitucionalidad frente al Estatut. Sin ese
recurso y la nefasta sentencia del Constitucional, el independentismo en
Cataluña seguiría estando por debajo del 20%.
Y ya en el gobierno, el
PP y Rajoy han estado 5 años con una suicida pasividad ante lo que la mayoría de
la ciudadanía estaba comprobando, el auge del independentismo y de su audacia y
claro al final, incapaces de hacer política, han dejado el papelón de combatir
el referéndum a jueces, fiscales, policía y guardia civil.
Pero me temo que la
factura mayor va a pagarla la izquierda. La izquierda o hemos estado silenciosos,
o ambiguos, o dando tumbos o haciendo demagogia.
El PSOE no ha sido
capaz de diseñar una estrategia propia, capaz de aunar el respeto a la
legalidad constitucional y la denuncia del gobierno de Puigdemont, sin dar un
cheque en blanco a Rajoy. Han aparecido demasiado arrastras del gobierno del PP.
Han tenido miedo de perder votos en la España profunda y a la rebelión de los
barones socialistas más intolerantes. Quizás esperaban que en esta pelea el que
se iba a quemar era Rajoy y que era conveniente ponerse de perfil. De hecho,
Pedro Sánchez ha estado desaparecido, hasta la noche del domingo, con una intervención
por cierto impecable y que comparto en lo esencial.
PODEMOS ha entendido
que era la oportunidad de desmarcarse otra vez del PSOE y aparecer como la auténtica
y más radical oposición a Rajoy. Se les ha ido la mano y han vuelto al discurso
tremendista de Vista Alegre II, cada vez con menos matices en relación al
independentismo. Ya veremos el coste electoral de esa nueva radicalización, en
la que ha incurrido sorprendentemente el propio Iñigo Errejón. Los Comunes y
Ada Colau han ido de la ceca a la meca para no ser devorados políticamente por
los independentistas, de lo que corren serios riesgos.
El único que ha
mantenido gran coherencia ha sido el lendakari vasco, demostrando una vez más
que Urkullu es un dirigente político de gran altura.
Y ahora hay que
intentar la reconstrucción.
Reconstrucción de
puentes entre las clases trabajadoras de España y de Cataluña, responsabilidad
esencial de CCOO y UGT (que dicho sea de paso tampoco están exentas de
responsabilidad en el crecimiento del independentismo en la clase obrera
catalana); reconstrucción de puentes entre la izquierda española y la catalana;
reconstrucción de puentes entre instituciones sociales, cívicas, culturales, ONGS,
incluso deportivas.
Reconstrucción de
puentes entre el empresariado español y catalán; reconstrucción de puentes
entre las Universidades y ámbitos científicos y educativos de España y
Cataluña; reconstrucción de puentes entre los defensores del estado de
bienestar social opuestos al neoliberalismo en España y Cataluña; e incluso reconstrucción
de puentes entre las fuerzas de orden público de ámbito estatal y autonómico.
Y quizás lo más
urgente, reconstrucción de puentes entre la izquierda y los sectores más
centristas y sensatos del PP y Ciudadanos e incluso de la antigua Convergencia
y Unió, con el imprescindible apoyo del PNV, para poder abrir un proceso de
reforma constitucional que tenga viabilidad.
No va a ser tarea fácil
ni rápida. Pero no hay que perder ni un día en diseñar propuestas concretas,
ofrecer cauces. Quienes queremos reconstruir la convivencia y cohesión social
de Cataluña en España, tenemos que ser conscientes que la ola independentista seguirá
impávida su camino e incluso puede apretar el acelerador con la proclamación de
la república, con falsas promesas de reconocimiento internacional como Puigdemont
ha soñado esta noche en su discurso institucional.
Esto no ha hecho más
que empezar, pero no es inevitable, si somos capaces de abrir rápidamente una vía
de dialogo, negociación y propuestas realistas.
sábado, 9 de septiembre de 2017
CATALUÑA, ¿A DONDE LLEVA LA NEGATIVA A DIALOGAR?
En el profundo
conflicto político que se está desarrollando en Cataluña, es evidente que los
independentistas han traspasado todas las barreras de la racionalidad y
legalidad democrática. Y es comprensible la batería de medidas legales que ha
puesto en marcha el gobierno de España, para intentar impedir el referéndum.
Como también parece lógica la posición de los principales partidos de ámbito estatal.
El problema es que llegan muy tarde y tras una miopía política importante.
Desde que el Tribunal
Constitucional, en un alarde de ceguera e irresponsabilidad, declaró
inconstitucionales algunos de los artículos claves del Estatut, impugnados, no lo
olvidemos, por el PP, eran previsibles los hechos que después se han ido
sucediendo, que para simplificar se ha denominado “el proces”.
¿Que hicieron en esos
largos años los gobiernos, primero del PSOE y después del PP? NADA. Entre otras
cosas porque se creían que el sentimiento nacionalista era minoritario y que
las cosas terminarían por quedar en agua de borrajas. Hubo quien dijo que “el soufflé
independentista terminaría por desinflarse”. Ni siquiera las cada vez más
multitudinarias manifestaciones con motivo de la Diada, les hicieron
recapacitar.
El gobierno del PP
desde diciembre del 2011 no ha tenido ni un solo gesto de negociación política,
aferrado a declaraciones genéricas sobre la unidad de España. No vieron cómo su
cerrazón política estaba incluso aniquilando a los sectores moderados del
nacionalismo, cómo se estaba produciendo una gravísima crisis en el seno del
Partido de los Socialistas Catalanes, indispensable para reconducir la situación,
cómo los sindicatos de clase en Cataluña no se sumaban a esa actitud de no
dialogo o como la gente federalista de Catalunya Si que es pot, (como el
diputado Joan Coscubiela, no en balde antiguo dirigente del PSUC y de las
Comisiones Obreras de Cataluña) se quedaba sola en el alambre.
Confundieron negociar
con ceder a las pretensiones nacionalistas, no contestaron a las primeras
propuestas del gobierno de la Generalitat, no se molestaron en estar presentes
en Cataluña para abrir un debate sereno sobre el encaje de Cataluña en España,
hicieron oídos sordos a las razonables advertencias del Lendakari Urkullu,
montaron burdas operaciones para desprestigiar a políticos nacionalistas,
creyeron que con explotar en los medios de comunicación los vergonzosos escándalos
de corrupción de CIU y de Jordi Pujol, el nacionalismo quedaría inhabilitado
para seguir protagonizando el proces, han amenazado con retirada de fondos públicos...
Negociar no es ceder,
negociar es utilizar la política y no a los jueces o la policía para resolver
problemas muy complejos. No ha habido el menor intento de profundizar en la
posibilidad de una nueva reinterpretación de la Constitución de 1978 en clave
federal. El PSOE, inmerso en su crisis de identidad no ha sido capaz de
concretar su propuesta de Estado Federal contenida en la Declaración de Granada,
no se ha preocupado por abrir una negociación paralela con los nacionalistas y
ha tardado 5 años en promover una Comisión parlamentaria para estudiar ese
rediseño de España. Peor aún, las fuerzas que no comparten el independentismo han
sido incapaces en 6 años de promover y articular una movilización social,
amplia, diversa y plural, moderada y dialogante, en los pueblos y ciudades de
Cataluña, dejando abandonada a la numerosa ciudadanía no independentista.
No comparto en absoluto
ni los objetivos ni las practicas del nacionalismo catalán, creo que a quien más
daño está haciendo es a la izquierda, a los trabajadores y clases populares, al
sindicalismo, ya que en medio de la más feroz crisis económica ha situado en el
centro de atención pública la cuestión de la independencia catalana, relegando al fondo
del armario los graves problemas de las políticas neoliberales y del
crecimiento de la desigualdad, empezando por la propia Cataluña. El
nacionalismo es letal para las ideas y objetivos del progreso social y la
solidaridad.
Pero dicho esto no
podemos cerrar los ojos a la realidad de que en torno a la mitad de la ciudadanía
les vota y tres cuartas partes quieren celebrar un referéndum. Podemos caer en
el espejismo de que sus partidarios lo son en base a mentiras, a engaños, a
demagogia, a populismos…Vale, todo lo que queramos, pero el voto de un
independentista tiene el mismo valor que el de un autonomista o federalista (y viceversa, claro).
En julio escribí un
post de mis impresiones de un viaje por Girona y Lleida y la abrumadora
presencia del independentismo en la vida urbana. Supongo que los servicios de información
del Gobierno de Rajoy habrán ido dejando constancia del crecimiento abrumador
de la marea independentista, y lo habrán constatado los Delegados y
Subdelegados del Gobierno, a poco que hayan salido a la calle caminando e
incluso en su coche oficial.
No sé cómo terminará el
desafío del 1 de octubre. Si en el último momento el gobierno de Puigdemont optara
por la sensatez o si seguirán embarcados en la obstinación. Ni tampoco podemos
saber hoy hasta donde va a llegar la actitud del PP, alentado por tantos
analistas irresponsables que solo saben echar más leña al fuego. En definitiva,
no sabemos si se hará y cómo se hará.
No soy optimista, menos aun cuando unos y
otros están argumentando que estamos ante un golpe de estado. Pero pase lo que
pase, el 2 de octubre seguirá habiendo en torno a 2 millones de catalanes que
se identifican con la independencia y más de 3 millones que en cualquier caso
defienden su derecho a decidir. Y alguna propuesta habrá que hacerles.
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