Pensaba escribir sobre el proceso de
elecciones sindicales, que en estas mismas semanas esta cogiendo impulso o
algunas reflexiones sobre el modelo productivo que se esta configurando en la
salida de la crisis económica. Pero muchos de los lectores habrían pensado que
vaya manera de esconder el bulto y tendrían toda la razón.
El asunto de las tarjetas opacas en
Bankia es un tremendo mazazo para la credibilidad de la izquierda política y de
los sindicatos de clase. No sirve la excusa de que la derecha y dirigentes
empresariales también están implicados. A mi lo que me interesa es intentar
salir de la telaraña de “la casta”, donde nos quieren meter algunos y por el
momento con evidente éxito.
Es verdad que la información es aun muy
confusa en determinados aspectos y sobre todo en la concreción de cómo se
utilizaron las tarjetas. Seguramente no todos las habrán usado con la misma
finalidad. Por ello hay que ser cuidadosos en los juicios de valor y no caer en
tajantes descalificaciones sin tener todos los datos encima de la mesa. Pero
eso mismo hubiera exigido información detallada de cada uno de los afectados de
en qué y por que se han hecho esos gastos.
He pertenecido durante casi 5 años a un
importante Consejo de Administración de una empresa pública, RTVE. Y se por
experiencia lo facilísimo que puede resultar deslizarse por la pendiente de la
irregularidad. No había tarjetas ni opacas ni de ningún tipo, pero sí la
posibilidad de gastos de representación. Durante esos años los consejeros de la
izquierda luchamos denodadamente para que hubiera transparencia en la
aplicación de esos gastos de representación, que se regularan y se conocieran. Éramos
minoría y no lo logramos a pesar de plantearlo reiteradas veces. Como tampoco
conseguimos aprobar una norma sobre la utilización de los coches oficiales. En
todo caso sí había que justificar uno por uno cada gasto realizado.
Así que me sorprende que en Bankia al
menos los Consejeros de la izquierda no hubieran planteado como mínimo una
regulación de esas tarjetas opacas. Por lo que sabemos cada uno cogió la suya y
la utilizó a su propio criterio y sin requisito alguno de justificación y eso
se mire como se mire no es admisible y no sirve el que en otras entidades
financieras o grandes empresa sucedan cosas parecidas.
Así las cosas me congratula que el
Secretario General del PSOE, Pedro Sánchez, haya sido tajante y haya anunciado
la expulsión de quienes se hayan aprovechado de manera injustificada de esas
tarjetas opacas y haya pedido perdón por los socialistas implicados. No todas
las reacciones han sido tan contundentes, seguramente por temor a precipitarse
o a caer en una especie de caza de brujas. Sí es un dato a tener muy en cuenta
las dimisiones de responsables tanto sindicales como del PSOE, en claro
contraste con la actitud, hasta el momento, de implicados de la derecha y la
patronal, lo que refleja que no todos son iguales ni mucho menos.
Pero más allá del escándalo de las
tarjetas de Bankia, sería conveniente profundizar el debate sobre la participacion,
por lo menos de los sindicatos en los Consejos de Administración. Ignacio Fernández-Toxo
hace más de año y medio en el Congreso Confederal de CCOO se pronunció de forma
muy crítica al respecto y dio a entender que esa vía o se iba a cerrar o se iba
a regular con absoluta transparencia y rigor.
No es un tema fácil. En algunos de los Estados
mas avanzados del mundo los Sindicatos están en Consejos de Administración,
resultado de una justa reivindicación para conocer, controlar e incidir, en la
medida de lo posible, en la toma de las decisiones estratégicas de las grandes
empresas. Desconozco como lo tienen establecido
y que garantías existen para evitar practicas irregulares. Porque me
figuro que intentos de comprar y corromper a dirigentes sindicales haberlos haylos en muchos sitios. Por tanto habrá que
amarrar muy férreamente esas garantías o buscar vías alternativas para conseguir
ese control e influencia en el funcionamiento de las empresas.
Sea cual sea la decisión que tomen CCOO
y UGT sobre la participación en los Consejos de Administración, el mal ya esta
hecho y me temo que tardaremos años en levantar esa losa que nos ha caído
encima y que se viene a sumar a otros
hechos injustificables y desde luego a una intensa, sostenida y eficaz campaña
antisindical que estamos padeciendo en los últimos años.
Sin duda van a arreciar las críticas,
justo en medio del proceso de elecciones sindicales, y nos va a costar mucho
desprendernos de la acusación de formar parte de “la casta”.
Por tanto, sin precipitarnos, pensando
bien las cosas y contando de la forma más amplia posible con la opinión del
conjunto de la afiliación, los sindicatos tenemos que mover ficha. Estamos en
una situación de emergencia y hay mucho en juego, por lo que las respuestas
deben ser meditadas, con visión de futuro, pero inequívocas, para que nos
ayuden a recuperar la confianza de millones de trabajadores.
Los sindicatos tenemos que asumir
nuestros errores y limitaciones y obrar en consecuencia y con contundencia.
Pero el conjunto de la ciudadanía y de la clase trabajadora debe ser muy
consciente que hay que defender y proteger a los sindicatos de clase, porque de
lo contrario nuestro país sufrirá un retroceso formidable en sus condiciones de
trabajo, de vida, de protección social. Una sociedad con sindicatos débiles,
marginados o devaluados, estará mas cerca del siglo XIX que de los retos que
tiene que afrontar en el siglo XXI, como he resumido en otras ocasiones,
estaremos mucho mas cerca de Singapur que de Suecia.
Dos ultimas consideraciones. Este escándalo
no debería ocultar la realidad de que en muchas, muchísimas, grandes empresas hay diversas y eficaces
formulas para sobrepagos a sus equipos directivos, con cuantías o privilegios
desorbitados, ¿hemos olvidado las millonarias stock options de Telefónica? que
convierten en calderilla los pagos de las tarjetas opacas de Bankia. No puede
ser una excusa ni un atenuante, pero a ver si ahora quienes abusan en nuestro país
van a ser los de un puñado de sindicalistas y de militantes de partidos de la
izquierda.
Por último, me figuro la desolación, la
rabia y el acoso al que estarán sometidos en estas horas decenas de miles de
activistas sindicales, aquellos que día a día dan la cara en sus centros de
trabajo defendiendo las justas reivindicaciones de sus compañer@s. Lo están
pasando mal y peor que lo pasaran en los próximos días. Pero que tengan la
seguridad de que el sindicalismo de clase, que no tiene por detrás precisamente
un camino de rosas, saldrá adelante, gracias a ellos y a los millones de
trabajadores que siguen confiando en su ingente y desinteresado trabajo.
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