Cuando era joven y algún conocido, amigo
o familiar me preguntaba en donde trabajaba, al contestar que en CCOO, la mayoría
me miraban con una cierta cara de pena, como pensando pobre chico, lo que debe
trabajar y lo poco que ganara, siendo como es de buena familia burguesa. Pero
en general lo hacían con respeto y algunos hasta con un pelin de admiración.
Hoy cuando me hacen la misma pregunta y doy la misma respuesta, mas de uno esta
a punto de salir corriendo e incluso a echar mano a la cartera, no se la vaya a
quitar. Los mas cariñosos me miran con resignación, los mas curiosos me
preguntan ¿pero bueno que pasa con los sindicatos? y algunos mas solidarios
comentan, ¡estáis apañados, con lo que os esta cayendo! Pero de una u otra forma, de manera mas o menos consciente o
explicita, te lo digan o no, la inmensa mayoría piensa que esto de los
sindicatos no esta nada claro.
¿Que esta pasando para que haya esa
tremenda percepción social, hasta en mucha gente de izquierdas? Para resumirlo
en dos ideas. No hemos sido capaces de hacer frente y desmontar una prolongada,
potente y amplia campaña de ataque y desligimacion que se ha desarrollado por
quienes están interesados en reducir las políticas de bienestar social,
privatizar los sevicias públicos y precarizar el empleo, objetivos para los que
los sindicatos de clase son el primer y principal obstáculo. Y en segundo lugar,
algunas de nuestras practicas sindicales no las hemos sabido explicar al
conjunto de la opinión publica y sobre todo a los trabajadores, no hemos
comunicado bien, ni de forma sistemática, ni de manera capilar, qué es lo que
hacemos y por qué lo hacemos.
Paradójicamente siendo como ha sido CCOO
un sindicato durante muchos años premiado por los medios de comunicación social
por su transparencia informativa, no hemos conseguido trasladar bien esa
transparencia a los cientos de miles de centros de trabajo de nuestro país. Esa
insuficiente comunicación y relación con los trabajadores se ha saldado con una
imagen absolutamente distorsionada sobre nosotros, de la que solo se salvan los
trabajadores más concienciados o mas veteranos
que nos conocen, siguen y apoyan desde las luchas durante la dictadura y las primeras
décadas de la democracia. Por el contrario, sin esas referencias del
pasado, nuestra credibilidad entre muchísimos
jóvenes, más de la mitad de ellos fuera
del mercado de trabajo y la otra mitad acogotados por las precarias condiciones
de trabajo, esta bajo mínimos.
La posición y oposición de quienes
tienen intereses abiertamente opuestos a los de la clases trabajadoras y en
definitiva a la mayoría de la sociedad, va de suyo, hay que contar siempre con
ella y no esta en nuestra mano impedirlo, aunque si podemos contrarrestarlo en
mayor o menor medida. Por tanto donde debemos centrarnos es en la recuperación
del apoyo y la confianza de los trabajadores.
Para empezar, en mi modesta opinión,
arrastramos un error importante desde los primeros años de la democracia. Hemos
hecho, y en muchos casos seguimos haciendo, una critica tan demoledora, tan
general y a veces tan de brocha gorda, de los déficits y carencias de nuestro país,
que al final no hemos logrado capitalizar los muchos logros que hemos
conseguido para la sociedad española. Tras ese discurso globalmente negativo,
estamos cuestionando y devaluando nuestro papel y nuestro trabajo. ¿Para qué
servimos los sindicatos si cada vez estamos peor? ¿O si estamos como hace 30 o
40 años?
Por ejemplo seguimos hablando de las
pensiones de miseria o de las penurias de las personas mayores, cuando si un
colectivo social ha cambiado sus condiciones de vida y de manera extraordinaria
ha sido este, lo que precisamente les esta permitiendo ayudar a sus hijos y
nietos en paro o en condiciones precarias No hemos sido capaces de distinguir
esta realidad, de la que hemos sido artífices en buena medida los sindicatos,
de la crítica especifica de otra realidad como es que todavía hay bastantes
pensiones bajas (aunque estas son sobre todo las de viudedad, las del régimen
de autónomos y de agrarios). Cuando seguimos hablando del empobrecimiento de
los mayores faltamos a la verdad y encima echamos piedras a nuestro propio
tejado.
Algo parecido pasa con las continuas
referencias que hacemos a que la derecha y otros han desmantelado el Estado de
Bienestar Social. Y no es cierto. Lo han debilitado y recortado, pero si no
llegan a estar los sindicatos desde hace
muchos años peleando sin parar (luchas a las que se han sumado las diversas
mareas sociales en los dos últimos años), sí que habrían conseguido ese
desmantelamiento. Nosotros tenemos que explicarlo, reivindicarlo,
capitalizarlo, pero nuestro discurso, a menudo catastrofista, lo impide.
También es verdad que se han deteriorado
y en este caso mucho mas, las condiciones de trabajo, pero sin la presencia, la
denuncia, la presión y la negociación de los Sindicatos, sin el trabajo sistemático
y constante de decenas de miles de sindicalistas, sin la consecución de varios
miles de convenios colectivos, las relaciones laborales en nuestro país nos habrían
llevado a Malasia o a Singapur.
Por otra parte, no hemos calibrado de
manera precisa el creciente deterioro de la figura de los liberados sindicales,
en especial en las administraciones y empresas públicas. Hemos dejado que aumentara
imparable la bola de nieve de que “son unos caraduras y unos vividores que se
escaquean del trabajo y encima descargando lo que ellos no hacen sobre las
espaldas de sus compañeros”. No sé de
nadie, fuera del ámbito sindical, que hoy por hoy no diga pestes de los
liberados, en muchos casos sin conocer a ninguno directamente. Y eso es en
buena medida porque no hemos hecho participes a los trabajadores de nuestra
actividad, no hemos rendido cuentas.
Y en ese contexto, los casos de mala gestión,
de errores, de corruptelas o incluso corrupción, en tareas de asesoramiento de
ERES o de Formación, aun siendo casos esporádicos, caen sobre tierra abonada y
facilitan la imagen de que los sindicatos, encima somos corruptos.
Llevaban sonando las alarmas ya unos
cuantos años. Era ya demasiado llamativo el que encuesta tras encuesta la
opinión pública nos situara en los últimos lugares de valoración. Teníamos que
haber reaccionado antes y con mas audacia. En lo que respecta a CCOO, lo he
escrito ya varias veces en este blog, Ignacio Fernández-Toxo lleva clamando, a
veces un poco en el desierto, sobre la necesidad de dar un giro profundo a la
situación.
Aprovechando esa mala imagen, día a día
se esta incrementando la represión judicial hacia el movimiento sindical. Cada
día son más los trabajadores detenidos, procesados y condenados por actividades
sindicales y en especial en relación al ejercicio del derecho de huelga. De
nuevo como en la dictadura, volvemos a ver a sindicalistas entre rejas y
locales sindicales tomados por las fuerzas de orden publico. Y nuestra
capacidad de reacción al respecto es débil, porque aquí si que nos cuesta tejer
alianzas sociales que nos apoyen.
El camino de superación, no es nada fácil
y será prolongado. Se resume en tres palabras: en los centros de trabajo,
participación, participación y participación.
Me gustaría que cuando fuera viejo, mi
nieta Violeta estuviera orgullosa y sobre todo convencida por si misma (y no
por el cariño) de que su abuelo, junto con decenas de miles mas, trabajó muchos años en un gran proyecto de
mejora y transformación de la sociedad, en un sindicato de clase.
Soy sindicalista, liberado de CCOO por una Administración pública en función de un acuerdo de acumulación de las horas sindicales que no gastan los delegados de la lista de CCOO. Tienes razón: hay que explicar los acuerdos de garantía sindicales de dónde salen los liberados sindicales. Los nuestros están publicados en el Boletín Oficial, y cuando le remitimos el Boletín a los medios de comunicación, no les gusta lo que leen: lo ven todo demasiado legal y demasiado en orden como para hacer noticia de eso. Prefieren seguir con la rumorología y la maledicencia popular.
ResponderEliminarPor otro lado, la brecha abierta entre CCOO y los jóvenes no es un gap comunicacional; es de interés sindical. La acción sindical de CCOO hace tiempo que no se dirige a los jóvenes. Y en consecuencia, éstos rechazan al sindicato porque el sindicato no se siente concernido por los problemas laborales y sociales de los jóvenes.
Los sindicatos de clase no están dispuestos a hacer concesiones “inclusivas” a los jóvenes en políticas sociales. ¿De verdad crees que no era posible haber incluido a los jóvenes en el sistema de pensiones, aunque fuera a costa de concesiones, de más recortes, en la pensión de los trabajadores veteranos?
¿En cuántas empresas consolidadas, en las que los trabajadores veteranos tienen sueldos de 2500 € y los jóvenes que hacen lo mismo ganan menos de 1000, se ha propuesto un reparto de las rentas del trabajo, un reparto del empleo?
Partiendo de la exclusión, de hecho, de los jóvenes en la mayoría de los acuerdos de nuestra acción sindical, es muy difícil iniciar una política de comunicación que les llegue, que pueda hacer que se sientan concernidos. No les interesan nuestras noticias, porque nuestras noticias les excluyen.
Los jóvenes tienen la idea de que los sindicatos de clase protegen únicamente los derechos laborales de los trabajadores veteranos, con salarios consolidados, con rentas del trabajo de 2500 y 3000 euros.
En esta situación. En esta dualidad tan frecuente de condiciones laborales, de convenios colectivos de “dos páginas”: una para veteranos y otra para jóvenes, es normal que los jóvenes nos consideren como parte de la casta del sistema. Una vez distanciados de lo que ellos consideran “privilegios sindicales” es normal que las camapañas de difamación calen más profundamente entre los trabajadores.
No es un problema de comunicación, sino de acción sindical.